A Xabier, Mikel, Leire y Ariadna.
A Pol, a las nietas y los nietos que irán llegando,
y a sus descendientes.
Reflexiones, opiniones, tesis, epístolas, notas y escritos de diversa índole, que recogen puntos de vista captados desde diferentes perspectivas.
Ver publicacionesTextos sobre deporte, elaborados desde el bagaje de décadas de dedicación profesional. La mayoría son de opinión; algunos, un poco más técnicos.
Ver publicacionesNo creo que la lectura de un necesariamente sucinto y poco matizado currículum vitae proporcione una descripción interesante del devenir de una persona por la vida. Al menos en mi caso no me siento identificado con un retrato exprés que diga que nací en 1953, que soy licenciado en Ciencias Físicas -y eterno estudiante de Sociología-, y que he sido profesor de matemáticas y física, sindicalista en los años de la transición y, durante décadas, técnico de deportes en la administración pública. Así que, si realmente quieres saber algo sobre mí, te sugiero que leas Breve historia de la vida pública de jga y ¿Quién ha dicho que siete años no son nada?
El sociólogo estadounidense Richard Sennett, en su libro Juntos (2012), postula la importancia del diálogo como parte sustancial de la investigación social y, en particular, de la inscrita en la tradición etnográfica.
El citado autor diferencia entre dos tipos de diálogos:
- El dialéctico. Las personas interlocutoras confrontan sus puntos de vista con el propósito de llegar a una síntesis o a un acuerdo sobre el asunto en cuestión. Serían ejemplos clásicos de esta forma de dialogar las conversaciones propiciadas por Sócrates (o, quizás, solo imaginadas por Platón) y aquellas que se supone que mantenían los peripatéticos seguidores de Aristóteles. La clave de esta forma de diálogo es que cada parte reformula, cuantas veces haga falta, los argumentos de la otra, hasta alcanzar una comprensión compartida.
- El dialógico. En este caso, el propósito fundamental del diálogo es llevar a cabo un intercambio de visiones o versiones diferentes o, incluso, divergentes, con el objetivo de lograr el enriquecimiento mutuo y sin que sea necesario que el diálogo culmine alcanzando una conclusión común: el propósito es, sobre todo, tomar conciencia de los puntos de vista propios y comprender mejor la posición ajena. Puede concluirse, por tanto, que escuchar atentamente las razones de otra persona es, cuando menos, esforzarse por poner en marcha una conversación dialógica.