Crónicas de un hombre serio / Anecdotario
Descansen en pazjunio 2019
Hace poco asistí a la Primera Comunión de un sobrino nieto. Durante la homilía, el sacerdote que oficiaba la ceremonia se dirigió principalmente a las y los protagonistas del día. Su discurso estuvo centrado en tratar de que, en adelante, asistieran a misa y comulgaran cada semana. El argumento fundamental para que adquirieran el compromiso era que tenían que ser fieles a Jesús, que les estaría esperando y a quien no podían defraudar.
Al margen de la opinión que a cada cual le merezca el chantaje emocional que encierra el mensaje -que, por otro lado, se acomoda a los valores de lealtad que a esas edades pueden manejar niños y niñas-, la posición del cura se atiene a las pautas un tanto rancias a las que nos tiene acostumbrados el clero católico. Pero, en un recurso al maniqueísmo más abominable, acabó la faena haciendo referencia a quienes, después de cumplir con el rito de la Primera Comunión, no vuelven a acercarse a la Iglesia y, por tanto, incumplen el compromiso que tenían con Jesús. Y a esos niños y esas niñas les dedico un impertinente “que descansen en paz”.
El respeto a los y las asistentes de buena voluntad me privó de levantarme y espetarle que lo extraño es que él pueda descansar cada día después de dirigir, en público y sin el menor sonrojo, esa expresión -que en nuestra cultura se emplea para despedir con respeto a quienes fallecen- a niños y niñas que habían estado en esos mismos bancos en años anteriores. Un “descansen en paz” que sonó lleno de condescendencia y desprecio hacia jóvenes que, con la misma limitada libertad y aceptación de los usos religiosos y sociales con los que habían sido llevados por sus padres y madres a la catequesis y a la Primera Comunión, han seguido caminos que no pasan por ir cada domingo a escuchar homilías de ese calado.
Me temo que, aunque no esté muy lejos de ser de mi quinta y, a lo mejor, hasta de haber sido alumno del mismo colegio, el mencionado cura no aprendió los principios elementales de caridad cristiana y respeto al prójimo que me enseñaron cuando era pequeño, ni tampoco asimiló, aunque diga lo contrario, la doctrina emanada del Concilio Vaticano II. Por tanto, que descanse en paz.