Crónicas de un hombre serio  /  Anecdotario

El número de teléfono del famoso CLfebrero 2022

Nunca me ha gustado estar pendiente del móvil. Lo considero un instrumento muy útil, pero me niego a estar en todo momento a disposición de cualquiera que quiera llamarme o enviarme un mensaje y pretenda que le conteste o responda de inmediato. Hay, además, situaciones en que puede resultar particularmente molesto; y, en general, no tiene sentido tenerlo encendido durante el tiempo de descanso. Curiosamente, hubo unos años en que, aunque no tenía un móvil propio, tenía dos números de móvil. Solo me sabía de memoria uno de ellos; el otro, como luego pude comprobar, lo había heredado del famoso CL. 



No tuve prisa en incorporarme al grupo de quienes pensaban que tener un teléfono móvil era el no va más de la modernidad y la distinción. No soy una persona pretecnológica, pero no empecé a utilizar un móvil hasta que en el periodo finisecular me lo proporcionaron en el trabajo. Era un aparato de reducidas dimensiones, que solo servía para hacer y recibir llamadas y enviar SMS. En aquel momento, más que suficiente. Obviamente, me sabía el número.

Al poco me ofrecieron tener un segundo número, para uso personal. Eran el tiempo en que Euskaltel era todavía una compañía vasca (sic); pero la institución en que trabajaba, aunque también era indiscutiblemente vasca, había optado porque su telefonía estuviera a cargo de la empresa de las matildes (me imagino que por mor de un riguroso concurso público). Y fue esta compañía la que ofrecía tener en los teléfonos corporativos un segundo número privado. Para hacer llamadas personales tenía una contraseña distinta y, lógicamente, me facturaban su correspondiente coste (entonces se cobraban). Pero para recibir llamadas daba igual que me llamaran a un número o al otro. En consecuencia, proporcionaba a todos mis contactos únicamente el número del trabajo, el que me sabía; el otro solo lo aprendí cuando me prejubilé y tuve que comprarme mi primer móvil.

Poco después de suscribir el contrato para tener también el número privado, recibí una llamada en que una señora preguntaba por CL. Le dije que se había equivocado. A los pocos segundos recibí una segunda llamada de la misma persona. Y al responderle, de nuevo, que no era CL, me dijo cuál era el número al que había llamado. Me resultaba desconocido y le aseguré que no era el mío. Pero cuando insistió por tercera vez, caí en la cuenta de que era posible que estuviera llamando a mi número privado. Le dije que lo sentía, que el número al que llamaba igual era mío, pero que, en cualquier caso, no era CL. Mi interlocutora se disculpó, me explicó que era un número al que hacía tiempo que no llamaba, que quería hablar con CL por un asunto de trabajo, y que ya buscaría otra vía para ponerse en contacto con el interfecto.

Después de aquel día, de vez en cuando recibía llamadas en las que me volvían a preguntar por CL, por lo que llegué a la conclusión de que mi número privado antes había sido el número de teléfono del famoso CL. Porque CL era y es famoso. Además, cualquier duda sobre si el nombre correspondía al CL famoso quedó pronto disipada porque comencé a recibir también SMS de personas que, en muchos casos, también eran famosas.

A quienes llamaban les contaba la tesis de que el número había sido de CL, pero que estaba claro que ya no lo era. Hubo quien pensó que le estaba vacilando e insistió en que estaba seguro de que yo era CL y le quería tomar el pelo. Las llamadas eran siempre inesperadas, pero los SMS daban juego para redactar respuestas más elaboradas: por ejemplo, si felicitaban el Año Nuevo, además de aclarar al remitente -que a menudo era un famoso o una famosa- que yo no era CL, daban pie a devolver los buenos deseos. En una ocasión me enviaron una convocatoria para una quedada para tomar unas copas; contesté que lo sentía, que estaba ocupado, pero que, en todo caso, no dejara de avisar a CL, que seguro que le apetecía. Una vez recibí un largo mensaje y, tras leer las dos primeras frases, decidí no seguir leyendo y borrarlo de inmediato; consideré que quien lo había escrito preferiría no tener constancia de que el mensaje había sido enviado a una persona distinta a CL; espero que mi decisión no generase ningún embrollo.

¿Que quién es CL? Eso queda para la perspicacia del lector o lectora. Solo daré como pista que haber heredado el número de teléfono del famoso CL me permitió comprobar la importancia que tiene la televisión, porque cuando CL estreno un nuevo programa televisivo me llamaron en poco tiempo multitud de medios de comunicación para concertar entrevistas. Se ve que hacía algún tiempo que no lo llamaban. Hace ya un tiempo que a mí tampoco me llaman.

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