Crónicas de un hombre serio  /  Anecdotario

El soborno de don Arturoagosto 2021

He criticado, en público, en privado y hasta en secreto, la costumbre de muchas personas jóvenes y menos jóvenes de andar publicando en la red de redes la última chorrada que se les ocurre. Por mi parte, declaro solemnemente no haber vuelto a caer en la tentación desde aquel Desayuno con EPAs, degustado en el lejano tiempo prepandémico de enero de 2015. Pero no me puedo resistir a contarles como he empezado hoy el día. La culpa es de una historia que el admirado Arturo Pérez-Reverte ha resumido, con maestría sin par, en apenas medio centenar de palabras.


Un día de verano que, según los predictores del tiempo, va a ser de abrigo. Aunque, según el diccionario de la RAE, eso significa que la jornada va a ser “temible” o “de cuidado”, en este caso la expresión resulta paradójica porque lo que se espera es la llegada de una tremenda ola de calor. Anuncian que, además, viene acompañada de calima, la dichosa arena sahariana en suspensión que, como es fácil imaginar, hace las delicias de quienes andamos justitos a la hora de respirar. Un día, por tanto, para tomárselo con mucha calma. 

Una alternativa para aprovechar el comienzo del día antes de la llegada del desparrame calórico es dedicar un rato a poner a parir a los estrategas de Mi Real Sociedad, a cuenta de cómo están gestionando los efectos de la pandemia entre la afición; pero decido reservar el asunto para cuando las vísceras me permitan ser más constructivo; al fin y al cabo es el club de mis amores, aunque a menudo no me guste cómo actúan quienes lo dirigen. Sin salir del panorama futbolero, otra opción es dedicar el (relativo) frescor de la mañana a imaginar por escrito la futura foto de familia de Sergio Ramos y Leo Messi, fundidos en un fraternal abrazo de allons enfants tras haber dado por saco (si pueden) a sus respectivos ex en la próxima Champions. En esas andaba cuando se ha cruzado en mi camino una inaplazable llamada de la naturaleza, la cual me va a permitir comprobar si está teniendo los resultados deseados la última estrategia de tranquilidad y buenos alimentos que me ha recomendado Itziar González de Arriba, mi dietista de cabecera (y de otros deportistas más renombrados, como el exrealista Sergio Canales). 

Convenientemente entronizado, más por devoción que por una cuestión práctica, echo mano al contenido del espacio de diseño que queda entre el radiador y la pared de la estancia de la casa que, en general, permite refugiarse con mayor intimidad. Está comprobado que la lectura es un recurso eficaz para promover el diálogo interior/exterior imprescindible para llevar a cabo la operación que permite certificar si, tranquilidad mediante, los alimentos han llegado en buena forma al final de su itinerario. En este día de autos, el recurso es el último ejemplar de XLSemanal (única revista que leo habitualmente), donde don Arturo presume de sobornar adecuadamente y, por supuesto, con el mejor propósito informativo o literario.

Les recomiendo el artículo “Sobornando, que es gerundio”, en el que explica no solo cómo llegó a convertirse en un consumado sobornador, sino que describe algunas estrategias elementales para “hacerlo con arte” y absteniéndose de “meter la gamba y que te inflen a hostias”. Como culminación de sus argumentos, relata un caso que solo cabe reproducir textualmente y sin más comentario: “imaginen la escena: carretera de Matanzas, Cuba. Policía que me para por supuesto exceso de velocidad. Y cuando abro la puerta, señalo al suelo y le digo: “se le ha caído a usted un billete de diez dólares”, me mira con tranquila sorna y responde: “no, mi hermano, se me ha caído de veinte”. Aunque reírse un poco ayude, no puedo asegurar que haya sido por la anécdota perezrevertiana, pero el resultado de la operación que me ha llevado a iniciar el día con el soborno de don Arturo ha sido excelente.

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