Crónicas de un hombre serio  /  Anecdotario

Imposible el alemánmayo 2021

Muchos de los que nacimos a mediados del siglo XX nos lo sabemos entero. O casi.  Ahora, hay que ser un facha vocacional para aprenderse el Cara al Sol; entonces, era costumbre que las criaturas cantáramos diariamente algunas perlas del repertorio patriótico franquista. Desde “Montañas Nevadas” al “Oriamendi”, pasando por el citado himno de la Falange. Las canciones se aprendían como las tablas de multiplicar o, más tarde, las declinaciones en latín: por repetición, sin reparar en el significado de las palabras y sin saber de qué canción se trataba. Y mucho menos conocer su simbolismo, como conté hace unos años en Consigna

Era un aprendizaje preceptivo para quienes íbamos a las escuelas nacionales, la enseñanza pública para los pobres de la época. Formaba parte de nuestro panorama cotidiano, igual que los seriales radiofónicos, el “Consultorio de Elena Francis” o “El Parte”, que es como entonces se llamaba al boletín de noticias de Radio Nacional, terminología castrense heredada del tiempo de la Guerra Civil (1936-1939). Pero, según fuentes fidedignas, el adoctrinamiento musical también se practicaba en algunos colegios privados en los que se formaban los herederos de las élites políticas y económicas de la “España de Franco”.


En ¿Quién redactó el “Cara al sol”? (Libertad Digital; 2004-06-25), un señor tan poco sospechoso de pretender burlarse del fascismo español como César Vidal opinaba que, “aunque la música de la canción es aceptable y representativa del sentir falangista, la letra no es como para pasar a los anales de literatura” (sic). A su juicio, además de bastantes ripios, contiene alguna expresión que, dado que la canción se aprendía por trasmisión oral, ha dado lugar a cierto equívoco indeseable. No obstante, en contra de la tesis de que la reinterpretación de uno de sus versos tiene un origen fortuito y fruto de cierta confusión auditiva, un testigo de los hechos que se relatan a continuación sostiene que la génesis del asunto tiene más enjundia que una mera interpretación incorrecta de las palabras de la letra original. 

Corrían los años 60 del pasado siglo XX cuando tenía lugar, como ocurría todas las semanas en todos los colegios, una clase de la asignatura obligatoria denominada Formación del Espíritu Nacional (sic). Como no podía ser de otra forma, era impartida por un falangista de pro, que, para mantener la tradición de la época, en cada una de las sesiones ordenaba a sus alumnos ponerse en pie para, gallardamente erguidos, entonar el mencionado himno del ya entonces languideciente partido único del régimen franquista: Falange Española Tradicionalista y de las JONS (si les gustan los juegos de palabras, les invito a adivinar el significado de las siglas JONS, y a que luego gugleen para comprobar si han acertado o no).  

El escenario de los hechos no era el patio de recreo de una escuela nacional de tres al cuarto, sino un aula del colegio que los jesuitas tenían -y aún tienen- en el céntrico barrio de Indautxu en Bilbao, al que acudían muchos de los hijos -solo varones, por supuesto- de la burguesía y la oligarquía vizcaínas, incluidos los delfines de las dinastías neguríticas más encumbradas. Como también ocurría en otros colegios religiosos de la época -doy fe de ello-, también se acogía en aquellas aulas a algunos becarios. Uno de ellos es nuestro protagonista: un mutiko de Loiu, a quien, en honor del fundador de la Compañía de Jesús, bautizaremos como Iñaki

Pues bien, en mitad de la interpretación coral, al llegar al meollo de la segunda estrofa, al verso que en la partitura original decía impasible el ademán, con su voz potente de adolescente en avanzado estado de desarrollo, Iñaki procedió a enmendar la letra para dejar asentada, de una vez por todas y para siempre, la expresión alternativa: imposible el alemán

No se sabe a ciencia cierta si era la primera vez que Iñaki planteaba su enmienda, pero de lo que no cabe duda es de que aquella fue la primera ocasión en que reparó en ello el conspicuo señor del bigotito tirilla, vestido con camisa azul oscuro y corbata negra, que dirigía la clase de adoctrinamiento. De inmediato paró la interpretación y, con aguda voz marcial, interpeló airadamente al alumno trasgresor chillándole: “imposible el alemán no, animal, impasible el ademán, el gesto, so tarugo” (sic). A lo que Iñaki respondió con aplomo y convicción: “Mi aita fue gudari y me tiene dicho muchas veces que Franco, sin el alemán, imposible de ganar la guerra civil”. 

Acto seguido, al intentar retomar el cántico, y, de la misma forma, todas las veces que en las sucesivas clases el susodicho falangista volvió a intentar que se cantara el himno (hasta que finalmente desechó definitivamente la idea), la práctica totalidad de alumnado presente, con Iñaki al frente, siempre que llegaba el desde entonces momento culminante de la canción repetía con gran énfasis: ¡imposible el alemán! 

Al parecer, algunos de los entonces alumnos de aquel curso, que más tarde ocuparían puestos relevantes en la vida institucional del Reino de España, fueron quienes divulgaron la nueva versión del citado verso más allá de la tapia del ilustre colegio hasta llegar a la Villa y Corte. Pero, para quienes deseen celebrar la ocurrencia, ¡honor y gloria a Iñaki!

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