Crónicas de un hombre serio / Anecdotario
Perfectdiciembre 2019
No sé si será algo habitual, pero, en mi entorno, explicar cómo se vienen produciendo las defecaciones de cada cual es algo bastante frecuente. No todos ni todas se pronuncian al respecto con la misma sinceridad y contundencia, pero eso no quita para que se compartan experiencias y sensaciones sobre la cantidad, el grado de consistencia y, sobre todo, la asiduidad con la que se acostumbra a obrar. Además, como lo normal es que las conversaciones sobre estos temas de cierta enjundia surjan durante las comidas o cenas compartidas, el asunto suele acabar con el o la comensal más tímida o escrupulosa protestando por la inconveniencia de tratar el asunto mientras se degustan los productos del dichoso culinary. Una cierta incoherencia, ya que, a fin de cuentas, sólo se habla del destino final de buena parte de lo que se está deglutiendo.
Metidos en materia, me sorprendió gratamente que en la última comida de los J-J-J-J, uno de ellos -el que hizo la mili en África- hiciera una precisión que pasará a los anales de las conversaciones sobre zurullos o como se llamen en el ámbito de cada cual las deposiciones con aspiraciones de excelencia. Vino a cuenta del comentario de otro J -el que jamás ha cantado ni tocado instrumento musical alguno, pero llevaba la bandera en la tuna- en el que subrayaba el placer de llevar a cabo la deposición de un hermoso ejemplar (el subrayado se producía mediante la emisión de sonidos guturales). El J africano, mientras asentía identificándose con la tesis del J tuno, puso la apostilla de la velada: ¿Y si, además, al pasar luego el papel, no dejas en él ni siquiera una pequeña huella? Ante la mirada sorprendida del resto de jotas, la sentencia final fue concluyente e incontestable: “Eso es un perfect”.