Crónicas de un hombre serio  /  Anecdotario

Policía con cita previaabril 2022

Ni quienes tenemos muchas reticencias ante un Estado que ejerza de Leviatán que todo lo puede ponemos en duda la necesidad de que, en una sociedad que aspire a ser democrática, haya policía. Una policía democrática, por supuesto; lo que implica no solo que esté incondicionalmente a las órdenes del poder civil elegido por el pueblo, sino, sobre todo, que esté siempre y en cualquier lugar al servicio de la ciudadanía. En Euskadi, tras décadas de sufrir, con profunda antipatía y hasta con temor, como se las gastaba la policía franquista, la mayor parte de la población percibió la creación, en 1982, de la Ertzaintza como un paso trascendental en el autogobierno vasco. Pasados cuarenta años, lo ocurrido hace tan solo unos días a una persona cercana (en adelante, la víctima) en su relación con la policía vasca probablemente sea solo una anécdota, y de esa forma está contada. Pero es un indicador, y no el único, de que algo huele a rancio en la burocracia de la Comunidad Autónoma del País Vasco.


Me temo que a estas alturas del siglo XXI no han desaparecido los delitos de siempre, pero no cabe duda de que la tecnología, que nos mantiene permanentemente interconectados a través de la red de redes, da nuevas oportunidades a guripas que se las apañan para mangar a distancia. Basta entrar a la página web de cualquier entidad bancaria para encontrar algún aviso a navegantes en el que se nos advierte del riesgo de ser timados utilizando ciertos mensajes y/o llamadas telefónicas, con los que tratan de liarnos para lograr acceder a nuestras cuentas corrientes y amargarnos el saldo. Es lo que le pasó a la víctima, con el consiguiente disgusto tras comprobar que le habían sustraído una cantidad estimable de euros de su cuenta.

Tras la zozobra inicial, la víctima se puso inmediatamente en contacto con su entidad bancaria, Kutxabank, para bloquear sus cuentas y conseguir que cesara la sangría. Y, dado que la comisión del delito hubiera sido imposible sin que los timadores suplantaran a la entidad y se apropiaran de su modus operandi, pretendió poner una reclamación ante dicha entidad, pero le dijeron que para presentarla era indispensable que previamente denunciara el hecho ante la policía. Aunque con la mosca tras la oreja acerca de la voluntad de la entidad bancaria de asumir su parte de responsabilidad en el timo, la víctima decidió atenerse a las reglas y acudir a la policía a presentar la denuncia. 

Hasta aquí todo forma parte de un suceso desagradable para alguien a quien han pillado con la guardia baja para hacerse pasar por su entidad bancaria y robarle. Pero la cosa cambia hacia la estupefacción cuando llama por teléfono a la comisaría de la Ertzaintza de San Sebastián, para cerciorarse de que es a sus dependencias a las que debe acudir para presentar la denuncia. Oiga, como si hubiera llamado a la depiladora diciendo que necesitaba un repaso y la susodicha, agenda en mano, le hubiera contestado lo de a ver si te encuentro un hueco mañana, que hoy resulta imposible, ya que aquí trabajamos con cita previa. Porque exactamente esa expresión, cita previa, es la que le espetó el interlocutor policial para decirle que se pasara al día siguiente, a la taurina hora de las cinco de la tarde, para proceder con la denuncia. Eso sí, por si le corría mucha prisa, le ofreció la alternativa de llamar de nuevo a la mañana siguiente, e intentar que los y las compis que llevan la agenda del turno matutino le hicieran un hueco. Alucinante. 

Ante tan consistentes argumentos, la víctima, timada por los delincuentes, con amago de pase torero por parte de su entidad bancaria y con la sensación de sentirse chuleada por la policía, tras tomar nota de la hora de la cita, se quedó cavilando sobre si esa era una forma de proceder razonable para quien debe velar, supuestamente día y noche, para proteger a la ciudadanía. Y decidió acudir a una persona de su confianza para pedir consejo al respecto. 

Esa persona, ducha en lides con la administración pública, buscó en la página web de la Ertzaintza un teléfono con el que sortear el despeje hacia la cita previa hecha por el ertzaina de la comisaría donostiarra. Con buen criterio, dado que no le parecía que fuera un asunto de vida o muerte, optó por el teléfono que la policía vasca pone a disposición de la ciudadanía para “situaciones no urgentes”. Quien cogió el teléfono, en este caso una voz femenina, trató de redimir al cuerpo policial vasco pidiendo disculpas y alegando que lo de la cita previa solo podía estar ocasionado por la (supuesta) acumulación de casos graves y tal. Además, aseguró que todas las comisarías de la Ertzaintza están abiertas las 24 del día, de todos los días del año, para atender a cualquiera que se persone en ellas. Con esta información, la víctima logró presentar la denuncia ese mismo día, aunque prefirió hacerlo en otra comisaría, en la de Zarautz, donde, por cierto, alucinaron lo suyo cuando supieron que en la capital -todavía hay clases- se había implantado la cita previa

Pero la capacidad de asombro ante la burocracia policial no acaba aquí. En efecto, como buena ciudadana, tras haber presentado la denuncia, la víctima decidió llamar por teléfono a la comisaría de San Sebastián para anular la dichosa cita previa. Si no fuera escandaloso, parecería una parodia protagonizada por Gila: el nuevo interlocutor le dijo que quienes en aquel momento estaban en la comisaría eran los del turno de noche y que, para anular la cita, lo que tenía que hacer era llamar al día siguiente, cuando estuvieran los del turno de tarde y arreglarse con ellos. Está claro que en el orgullo del policía no cabía el andar cogiendo recados para un bórrame-de-la-cita-previa-que-ya-no-necesito-depilarme. 

No sin su dosis de indignación, la persona timada por los ciberdelincuentes decidió seguir siendo buena ciudadana y al día siguiente llamó de nuevo a la ya famosa comisaría donostiarra. Lo hizo poco después de las dos de la tarde, que según le había informado el ertzaina del día anterior es la hora en que empieza el turno de tarde; es decir, con tiempo suficiente para que pudieran apañarse y no les quedara un hueco en la agenda, de forma que pudieran atender a otra víctima necesitada de sus servicios. 

Esta vez el interlocutor se dignó tomar nota de que la víctima ya había logrado poner la denuncia el día anterior y, por tanto, no necesitaba acudir a la cita de esa tarde. Pero no sin antes advertirle de que se trataba de un trato de favor, ya que sus compañeros y compañeras del horario de tarde todavía no habían empezado a trabajar y era a ellos a quienes correspondía lidiar con sus citas. E intuyo que añadió por lo bajini que no hay quien entienda a la ciudadanía: andan pidiendo hora y luego anulándola; como si la policía vasca no tuviera nada mejor que hacer que estar pendiente de esos caprichos y andar cambiando continuamente su agenda de citas previas. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

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