Crónicas de un hombre serio / Anecdotario
¡Silencio!agosto 2018
Día de agosto en San Sebastián; un atardecer formidable. Acontecimiento cultural relevante: concierto de la Jornada Inaugural de la Quincena Musical. Marco selecto: Iglesia de San Vicente, templo gótico construido entre los siglos XV y XVI, situado en plena Parte Vieja donostiarra. Programa exquisito: cantorales de las Iglesias de Azkoitia, Oñati y Hondarribia interpretados por Schola Gregorianista Donosti Ereski.
Mientras el director del evento presenta la función se huele la tragedia: un bebé al que su ama pretende iniciar en la devoción por el canto gregoriano comienza a quejarse. Sus gritos arrecian instantes antes de que el organista interprete sus primeros acordes. Todos y todas pensamos que aquello no puede empezar bien. Un espectador, tan supuestamente respetuoso con la música como poco transigente con la inoportunidad del infante, no puede reprimirse por más tiempo y emite un estentóreo y conminatorio: ¡silencio!
Mano de santo (seguramente de San Vicente). El concierto comienza sin ningún contratiempo y con la evidente aquiescencia de la criatura. Su ama ha optado por una solución que ya hubiera querido el sabio Salomón para su repertorio: está dando de mamar al niño. ¡Ojalá la memoria del mamón, seguramente demasiado incipiente, pudiera computar la escena para su posterior recuerdo: escuchar gregoriano mientras recibe la incomparable libación de la teta de la amatxo!
Por cierto, durante el concierto suenan al menos dos teléfonos móviles. Queda en evidencia que los artefactos pertenecen a dos personas más que talluditas. Echo de menos el grito enérgico del mariscal de campo pidiendo nuevamente ¡silencio! Probablemente esta vez ha reprimido sus instintos para no molestar a los intérpretes. O quizás sea por estar en pleno éxtasis gregoriano. No me extrañaría: ¡si los bancos del templo fueran un poco menos duros, yo tampoco habría prestado atención al soniquete telefónico!