Crónicas de un hombre serio  /  Anecdotario

Tortilla de patatasoctubre 2017

El asunto se pone sobre la mesa cuando, en una encuesta a pie de calle llevada a cabo por El Intermedio entre ciudadan@s catalan@s, una mayoría aplastante de entrevistad@s afirma que una de las tradiciones españolas a las que no estaría dispuesta a renunciar en caso de que se proclamara la República de Catalunya es a la tortilla de patatas.

Para seguir el hilo de los acontecimientos, conviene dejar sentado que el ingrediente distintivo de la tortilla de patatas no son los huevos, que los lleva toda clase de tortilla que merezca tal nombre. Este es el motivo que da relevancia a que las grandes protagonistas de la comparecencia parlamentaria del Presidente Mariano Rajoy para explicar la situación en Catalunya fueran las patatas.

La cosa empieza cuando Aitor Esteban, portavoz del PNV, trae a colación las patatas catalanas y las euskal patatak, y sigue con la intervención de Joan Baldoví, portavoz de Compromís, que saca a relucir las patatas valencianas, las de baleares y las murcianas. El Presidente Rajoy responde mencionando las papas o patatas canarias, las gallegas y, finalmente, tratando de hacer un amago de síntesis, las patatas españolas. Hay que subrayar que, al referirse a estas últimas, el Presidente lo hace utilizando el término patata de forma alegórica, algo que, en mi opinión, no debería haber hecho, para no inducir a confusión al personal. Sobre todo a la vista de su explícitamente declarada limitación para entender aseveraciones menos irónicas y mucho más claras, como es el caso de la evidente NO declaración unilateral de independencia expuesta por el President Carles Puigdemont ante el Parlament de Catalunya.

Dado el protagonismo adquirido por las patatas y, en concreto, por la tortilla de patatas en el tórrido escenario político actual, parece conveniente precisar el origen y la denominación matronímica más adecuada para la referida tortilla. Y para escarnio del director del periódico La Razón, el ínclito Francisco Marhuenda (que suele referirse a España como un país de Wikipedia), el punto de referencia para esclarecer el origen del manjar tortillero es, precisamente, la mencionada enciclopedia libre.

En efecto, el artículo sobre la tortilla de patatas dice que existe la leyenda (sic) de que fue Tomás de Zumalacárregui, guipuzcoano de Ormaiztegi, quien puso en marcha la universalización de la tortilla de patatas, para lo que hizo suya la solución culinaria encontrada por una etxekoandre navarra para combatir la escasez de alimentos. Así mismo, la Wikipedia señala que el origen de la tortilla de patatas pudo estar, unos años antes, en Extremadura, dónde también el hambre agudizaba la imaginación.

Lo que a estas alturas es incuestionable es la intervención de Zumalacárregui en el asunto. En efecto, en sus “Memorias de Guerra” legadas a sus descendientes, Eugenio Bilbao Longaray, natural de Laukiz, piloto de la marina mercante y, teniente-correo del general, relata que estaba presente en la reunión en que se decidió que la solución para alimentar a los soldados carlistas que llevaban a cabo el asedio de la capital de Bizkaia era la tortilla de patatas.

A la vista del indiscutible protagonismo de las patatas en el debate parlamentario, el origen extremeño o vasco-navarro de la tortilla de patatas debe ser tenido en consideración. Dado que todavía no existía Internet y el pájaro de Twitter hubiera acabado, una y otra vez, en la cazuela (salvo que aprendiera a poner huevos para la tortilla), no es nada probable que una navarra copiara la receta de una extremeña (se dice que en la cocina andaban algunos piernas, pero seguro que la que acertó con el invento fue una señora). Por tanto, quizás lo razonable sería dar por bueno que el descubrimiento fue cuasi-simultáneo y que el Nobel se lo merecen ex aequo ambas señoras.

No obstante, a falta de una decisión salomónica, lo que procede es atribuir su origen a Extremadura o hacerlo a la tierra de vasc@s y navarr@s irredent@s. Lo que no es de recibo es que el Presidente Rajoy, al hacer alusión en el debate parlamentario a las patatas españolas (denominación de origen que ni los chefs más eruditos y de mayor raigambre conocen), pretendiera colarnos de rondón que la única forma lógica de resolver el origen de la tortilla de patatas es mantener la denominación de tortilla española. En mi opinión, algo de esa magnitud sólo puede resolverse mediante referéndum.

Para ello, lo primero que debe estar clara es la pregunta a realizar. Es obvio que no puede tener tres posibles alternativas (extremeña, vasco- navarra o española), ya que esa fórmula no permite llegar a conclusiones inequívocas. Una posibilidad sería subsumir la alternativa extremeña en la española y unificarlas (algo así como tortilla española de origen extremeño), pero una solución de ese calado exigiría que previamente dieran el visto bueno l@s extremeñ@s. Por el lado vasco y navarro, conociendo el percal, hay que descartar la posibilidad de que fuera aceptada cualquier tipo de denominación que supusiera una fórmula encabezada por tortilla española, aunque siempre podría haber una respetable minoría que exigiera una decisión al respecto. En ese caso, habría que dilucidar si las descendencias de la etxekoandre navarra y del general de Ormaiztegi deberían votar juntas o por separado, que no es asunto de menor importancia.

Tras resolver el complejo dilema sobre las opciones que deberían ser sometidas a referéndum, todavía quedaría por concretar quién debe decidir. Porque si, por ejemplo, las alternativas fueran tortilla española (con o sin alusión a los antecedentes extremeños) vs tortilla vasco-navarra y se pretendiera que en la votación tuvieran voz tod@s quienes tienen la ciudadanía española, es evidente que el resultado estaría sesgado de antemano, dada la secular tradición de llamar tortilla española a la tortilla de patatas inventada por vasc@s y navarr@s y/o extremeñ@s.

Y es de toda lógica pensar que esta opción sería interpretada, al menos por la ciudadanía vasca y navarra, como una usurpación de su derecho a decidir sobre la autoría original de la tortilla de patatas. Es más, incluso si se previera que la decisión mayoritaria en el País Vasco y Navarra fuera a ser favorable a aceptar la denominación tradicional de tortilla española, no sería aceptado, de ninguna manera, que el ámbito de la votación fuera impuesto por Rajoy, o Felipe VI o el Casado de turno (sin mencionar a los riveras o los bonos), utilizando como argumento que, desde hace tiempo y hasta ahora, lo establecido por la norma consuetudinaria es que a la tortilla de patatas se la llame tortilla española.

En resumen: lo más probable es que la mayoría de vasc@s y navarr@s opinaran que la tortilla de patatas es vasco-navarra y/o, en su caso, extremeña (salvo que allí digan lo contrario); pero, lo que está fuera de duda es que, si se pretendiera decidir otra cosa, la discusión debería centrarse, sobre todo, en el origen de las patatas primigenias. Porque si el asunto se dilucida en base a los huevos...

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