Crónicas de un hombre serio  /  Escritos con y para el corazón  

El embarcadero2014

Cena pirata bajo los tiburones

Hay veces en que la gente te sorprende para bien. Incluso si alguien ya viene precedido de buena fama, hay gestos que te dejan un buen regusto. Es el caso de Granero, jugador de la Real Sociedad. Este señor, además de tener pinta de buen tío, ha tenido la feliz idea de invitar a cenar a una veintena de niñas, niños y jóvenes que residen en pisos tutelados que dependen de la Diputación Foral de Gipuzkoa.

Una cena celebrada en un sitio muy singular: debajo del estanque de los tiburones del Aquarium de Donostia. Muy a propósito para alguien que lleva con orgullo el apodo de “Pirata”. Aunque también se podía haber celebrado en una biblioteca o en una casa de cultura, porque es sabido que una de sus aficiones es escribir poesía.

Según él mismo ha declarado, lo que más se le resisten son los sonetos. Pero me consta que uno de los jóvenes asistentes a la cena le hizo entrega de EL LIBRO ESCUELA DE LA CANCIÓN Y DEL POEMA (Editorial Club Universitario; 2010), cuya lectura va a propiciar, a buen seguro, que emule a Don Francisco de Quevedo y Villegas.

Un tiburón pudo leer furtivamente la dedicatoria hecha por el autor del mencionado libro, el poeta donostiarra Félix Vázquez Sáez, a su tocayo “Pirata”, cuyo nombre completo es Esteban Félix Granero Molina:

 

Hay veces que en el deporte

se carece de cultura,

pero tu sabes rimar

balón y literatura

 

Corriendo, soñando

buscando la meta,

eres verso suelto

¡alma de poeta!

 

Quedamos a la espera de los nuevos sonetos del “Pirata Granero. Mientras tanto, disfrutemos leyendo uno de sus poemas, el que lleva por título EL EMBARCADERO


Descalzo sobre la madera,

el pescador

sacude las alas y se eleva.

La niña perdida piensa:

hay peces en el mar

aunque haga frío y llueva.

Solo la sabia luz del faro

advierte la lágrima que cae

por su cara mojada entera.

Apunta sobre el mar calado

y advierte las rocas,

para que la niña lo viera.

El viento trae la noche,

el salitre alcanza

su vestido negro que aletea.

Levantar la vista al cielo

y ver llover

es ser el ave que vuela.

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