Historias / Relatos
Un poco de magiamayo 2017
Felisa Rodríguez Cappa
Javier García Aranda
Esta historia es inventada. Cada cual tendrá que juzgar el grado de verosimilitud de los personajes que la protagonizan. Pero el seudónimo con el que está firmada sí es un nombre real: Felisa Rodríguez Cappa era mi abuela materna. ¡La historia de su vida sí que resultaría poco verosímil! Tan poco como la de la mayoría de aquellas y aquellos a quienes pilló la guerra, como dice la canción de Sabina.
Posdata: firmar con tu nombre, abuela Felisa, es una forma de rendirte homenaje. Lo más bonito es que, al igual que ocurrió el año pasado con el texto de la abuela Cecilia, ¡también este año nos han concedido el primer premio en el Certamen de Relato Corto de Helduen Hitza!
Orfidal con espidifen había sido el cóctel elegido para irse a la cama. Había roto con Iker. En los dos años que llevaban juntos lo habían dejado varias veces. Esta era la definitiva. Al menos eso pensaba al volver a casa tras la turbulenta velada sabatina. El efecto de la mezcla probablemente era la causa de que llevara un rato sin saber si el tututú-tututú que le estaba taladrando la cabeza provenía del teléfono o formaba parte de la banda sonora de su último sueño.
Al alargar la mano hacia la mesilla para coger el móvil está segura de que es él. Querrá hacer las paces; como las otras veces. Pero no está dispuesta a ceder a su eterna milonga: “ya sabes que soy así; pero también sabes que te quiero”. Ayer por la noche tenía claro que si no dejaba de ser “así” debía mandarlo a la porra. “¡Dime!”, contesta, dispuesta a cortar por lo sano. “Ane. ¡Por fin! Llevo un rato llamándote”. Reconoce de inmediato la voz. La impresión la deja totalmente despierta. Aquello sí que era una sorpresa. Aunque no tiene ninguna duda, mientras se sienta en la cama y trata de echarse la sábana por encima, pregunta: “¿Aitor?”. Habían estado enrollados varios meses durante el último año de carrera. El chico más guapo de todo Derecho. Y además, un encanto. También había cursado Criminología y, tras entrar en la Ertzaintza, estaba haciendo carrera.
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