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El relato de los relatosjunio 2018

Casi cuatro décadas de vida laboral dan para escribir montones de páginas. La mayor parte de ellas han sido análisis o informes. También ha habido artículos de opinión (tras ser publicados en revistas o en prensa, muchos están en este blog). Pero nunca me había dado por escribir un relato hasta que en verano de 2015 surgió Pepe el Ruso. Fue una experiencia interesante. Tal es así que, al año siguiente, decidí participar en el certamen de relato corto de Helduen Hitza (la voz de l@s mayores), asociación de jubiletas en la que me había inscrito unos meses antes. Fue un éxito: Tiempo de espera obtuvo el primer premio. El año pasado también participé. Hice doblete con Un poco de magiaprimer premio, y El hombre de la Puerta del Sol, que, según el jurado, quedó clasificado en segundo lugar. Allí empezó esta historia.


Como se indica en las propias bases del Certamen de relato corto de Helduen Hitza, el fallo se hace público durante el acto con el que se clausura el curso en la asociación, antes de las vacaciones estivales. Se comunica a l@s asistentes qué relatos han sido elegidos por el jurado como merecedores del primer premio y el accésit en cada una de las dos lenguas, euskara y castellano. Y allí mismo se abren las plicas y se da a conocer a quién corresponden los seudónimos con los que preceptivamente deben ser presentados los relatos.

En el certamen de 2017, según la puntuación del jurado, mis relatos habían quedado clasificados en las dos primeras posiciones. Pero una vez hecho público y entregado el primer premio (enhorabuena; gracias; aquí tienes el regalo y tal), al comprobar que el accésit era también para un relato del mismo autor, alguien decidió -sobre la marcha- que aquello de que la misma persona se llevase los dos premios no estaba bien, que con uno ya era suficiente. Todo esto conmigo allí plantado en mitad del escenario (como atestigua la foto publicada en EL DIARIO VASCO de 3 de marzo de 2018). Asumí con resignación y buen humor la chapuza. Y felicité con deportividad al autor del relato clasificado en tercer lugar, al que le fue otorgado el accésit y entregado el correspondiente regalo (que, sinceramente, aunque siempre hace cierta ilusión, era lo de menos). 

Pero la cosa tuvo su epílogo porque, cuando me pidieron la copia digital del relato premiado, Un poco de magia, para incluirlo en la revista de Helduen Hitza, no pude resistir la tentación y envié también El hombre de la Puerta del Sol, el relato repudiado, para que, premios aparte, tuviera el reconocimiento literario de ser publicado y leído. Alguien recapacitó, asumió que los que compiten en el certamen no son los autores sino los relatos y decidió que lo oportuno era una solución salomónica. Me pidieron disculpas por el error; el relato fue reconocido y publicado como otro accésit (ese año hubo dos) y, a los meses, me hicieron llegar un regalo (un bonito bolígrafo). Todo lo acepté de buen grado. Pero decidí no participar en la siguiente edición del certamen y no ser obstáculo para que resultaran premiados los relatos escritos por otras personas.

Al parecer, había otras personas que también pensaban que los relatos de JGA ya habían ganado suficientes premios. Y para el certamen del año 2018 se elaboraron unas nuevas bases. Seguía vigente que un mismo autor podía presentar dos relatos, pero se señalaba que “en ninguna de las dos modalidades, euskera y castellano, el primer premio y el accésit podrán recaer en el mismo autor o autora”. Acto seguido se añadía que “los primeros premios, euskera y castellano, no podrán recaer en los ganadores del certamen anterior; aunque se apostillaba que “sí podrán resultar seleccionados para los accésits.” Leí estas novedades con media sonrisa de viejo conspirador y las bauticé irónicamente como bases anti-JGA (que yo sepa, nadie más ha ganado el primer premio dos años seguidos ni el primer premio y el accésit en el mismo año).

 Debo confesar que me produjo cierto regocijo pensar que habían redactado las nuevas bases para prevenir mis supuestas ansias de hegemonía literaria. Aunque hubiera sido mucho más sencillo que alguien me hubiera invitado a no participar (que era lo que pensaba hacer). Además, el premio del año 2018 lo recibí por adelantado con la publicación de la Antología de Relatos 2012-2017, donde se recogen las obras galardonadas en los certámenes celebrados en ese periodo. Obviamente, ver mis relatos publicados me ha hecho mucha ilusión.

La promotora del libro, tal y como consta en el mismo, ha sido Virginia Vera, a la que considero el alma mater del Certamen literario de Helduen Hitza. Fue precisamente ella quien, poco antes de que se acabara el plazo de entrega de originales para la edición de este año, me preguntó si ya había enviado algún relato. Le dije que no lo había hecho y que no pensaba hacerlo. Se lamentó de que había pocos relatos (es necesario que haya al menos diez para que el certamen se dé por válido). Entendí que me estaba pidiendo colaboración para que el proyecto siguiera adelante. Sólo quedaban unos días para cerrarse el plazo; le comenté que lo que tenía escrito estaba publicado en mi blog; me dijo que las bases del certamen no establecían ninguna condición al respecto; y le prometí pensármelo. Ese mismo día decidí que tenía que echar una mano. Seleccioné un par de textos con extensión y contenido como para cumplir dignamente el papel. Y los envié al certamen.

Y llegó el día final del curso 2017-2018. El fallo del jurado se suele hacer público después de una obra de teatro que representan l@s integrantes del taller de teatro y antes de la actuación de l@s que asistimos al taller de música y canto, que interpretamos unas cuantas canciones. Llegué tarde. Y en medio de la prisa culpable de quien estaba haciendo esperar al público expectante, me dijeron que en el reparto de premios del certamen había surgido la polémica.

El jurado había considerado que uno de mis relatos era merecedor del primer premio. Pero, al abrir la plica y comprobar que el autor era JGA, ganador también en 2017, se comunicó a l@s asistentes que, según las bases anti-JGA, el interfecto no podía ganar, otra vez, este año. Al parecer, se armó un cierto revuelo, porque había asistentes que no conocían las nuevas bases o porque, una vez sabido su contenido, no estaban de acuerdo con ellas y lo manifestaron. Y, en el fragor de la polémica, los repartidores de los premios se olvidaron de que las nuevas bases también dicen que “sí podrán resultar seleccionados para los accésits”. En suma: los relatos que el jurado había puntuado en segundo y tercer lugar -¡enhorabuena a sus autor@s!- pasaron a ser considerados primer premio (que, aunque sea una disposición sin demasiada lógica, es conforme a las bases anti-JGA y, por tanto, reglamentariamente no hay nada que objetar) y segundo premio o accésit (sin comentarios).

El día de autos varias personas me dijeron que, al margen de consideraciones reglamentarias, el ganador del certamen literario de 2018 era uno de mis relatos, reconocimiento por el que me siento literariamente honrado. Y, según me han contado, hubo quien, en medio del alboroto producido por las bases anti-JGA, dijo que era como si a Rafa Nadal no le permitieran ser ganador de un torneo porque ya lo ha ganado muchas veces. Siguiendo con el símil deportivo, a la vista de que algo que a priori parece tan sencillo acabe siendo objeto de polémica, me adhiero a la postura de Andrés Iniesta que, tras convertirse en el centro de atención por haber marcado su famoso gol en el mundial de Sudáfrica, dijo aquello de “si lo sé no meto el gol”.

En definitiva, me quedo con mis dos textos: Mamadou & Mamadou y Los chicos de la Cruz Roja, que esta historia ha hecho que se conviertan definitivamente en relatos. Si tiene un rato, léalos, por favor. Y, en un improvisado certamen, decida a cuál de ellos le otorga el primer premio y a cuál, el accésit. Están firmados con los seudónimos que elegí para enviarlos al dichoso certamen (el de verdad), que son, nada más y nada menos, que los nombres de mis hijas. Su veredicto -el de usted, lector/a, y el de ellas- es el que realmente me importa.

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