El blog de Javier García Aranda

Hay un sutra budista (pensamiento atribuido a Buda) -que es recogido por Emmanuel Carrère en sus obras Limónov y El Reino- en el cual se afirma que “El hombre que se considera superior, inferior o incluso igual a otro hombre no comprende la realidad”. Es arriesgado hacer conjeturas sobre las traducciones, sobre todo si los textos originales son antiguos, pero una hipótesis probable es que el término “hombre” es empleado como sinónimo de “varón” y no de “ser humano”. Desde este supuesto y ateniéndonos al veredicto de la máxima budista, la observación ordinaria del devenir de la sociedad lleva a concluir que, sin perjuicio de la existencia de una insigne minoría, la mayoría de los hombres/varones NO comprende la realidad.

Con la hipótesis planteada, el sutra no sería, en principio, aplicable a las mujeres. Sin embargo, es una evidencia empírica que, salvo unas cuantas pijas que probablemente se consideran superiores, la mayoría de las mujeres no se consideran ni superiores ni inferiores a las demás; y, por supuesto, tampoco iguales (en el sentido de idénticas) a ninguna otra mujer. Teniendo en cuenta este dato, si se extrapolara la reflexión budista a las mujeres, la conclusión sería que, a diferencia de lo que ocurre entre los hombres, la mayoría de las mujeres SÍ comprende la realidad. Esto lleva a concluir que, aunque de forma un tanto elíptica, también el budismo es violeta.