Negro sobre blanco / Apuntes
El hombre de Kievmarzo 2022
Es el título que le pusieron a la novela The Fixer de Bernard Malamud (1914-1986) cuando fue publicada en español, en 1967. La compramos entre dos amigos para regalárselo por su cumpleaños a un tercero. Fue la primera vez que entré en una librería con la intención de comprar un libro de lectura. Cuando acabó de leerlo, mi amigo me lo prestó. Me gustó. Poco después hicieron la película del mismo título dirigida por John Frankenheimer (1930-2002). Entonces, al menos para unos preadolescentes como nosotros, Kiev era un sitio lejano, desconocido, que no sabíamos ubicar en el mapa de aquella Europa partida en dos por el Telón de Acero. Una frontera que Vladímir Putin parece querer reconstruir.
Hoy, el hombre de Kiev es, sin duda, Volodímir Oleksándrovich Zelenski. Como varias veces ha explicado un tal Vázquez, periodista de laSexta, antes de llegar a ser presidente de Ucrania ejercía de cómico. Rodrigo Vázquez, que así se llama el tal, ha subrayado que es como si en el Estado español accediera a la presidencia del gobierno Berto Romero. No sé si lo hace para poner una sombra de duda sobre las capacidades de Zelenski o para ensalzar el potencial de Berto como estadista. En cualquier caso, lo que podía ser una gracieta de periodista ha quedado en un mal chiste ante el comportamiento del presidente ucraniano cuando han llegado los momentos difíciles, que es cuando de verdad alguien demuestra si es o no un líder.
A la vista de su papel en la tragedia ucraniana, quizás hubiera sido más acertado limitarse a mencionar que, antes de ejercer como presidente de Ucrania en la realidad, Zelenski lo había sido en una serie de televisión titulada Servidor del pueblo -este es, precisamente, el nombre de su partido político-, que estuvo en antena desde 2015 hasta 2019. No sé quién escribía los guiones de la serie, pero es más que evidente que el hombre de Kiev resulta absolutamente creíble en el papel de héroe que está desempeñando ahora. Esperemos que Putin no consiga convertirlo en un mártir. Para ello va a hacer falta que quienes pueden evitarlo -los países occidentales o, quizás, la propia sociedad rusa- lo eviten.