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¿Es verdad que no somos racistas?1997

El fenómeno de la inmigración 2014

“En los años 90 tuve la oportunidad de llevar a cabo tareas de militancia en ELA diferentes que las que había desempeñado anteriormente. Pude participar en foros de debate sindical internacional y conocer ciertos aspectos de la cooperación con países no desarrollados. En particular, pude percibir que el fenómeno de la inmigración iba a ser a corto plazo importante en nuestras latitudes, como ya lo estaba siendo en otras partes de Europa.” (Breve historia de la vida pública de jga). Percibir la relevancia que en Europa tenía el fenómeno de la inmigración me hizo tomar conciencia de los graves problemas de discriminación que sufren las personas que no pertenecen a la etnia mayoritaria de su lugar de residencia. Ello me llevó a redactar los textos que se adjuntan.


En esta Europa que pretende ser símbolo de la civilización y paradigma de lo democracia, un informe realizado por expertos en temas relacionados con la lucha contra el racismo y la xenofobia en los centros de trabajo constata que los miembros de las minorías étnicas son permanentemente discriminados en el acceso al puesto de trabajo y en el respeto a sus derechos laborales.

NO BASTA IGUAL SALARIO PARA IGUAL TRABAJO

Durante décadas, la reivindicación de que trabajos similares sean remunerados de igual forma ha sido (y todavía es) el objetivo de una estrategia sindical destinada a conseguir que no exista discriminación en los centros de trabajo. Sin embargo, los extranjeros o los miembros de minorías étnicas (aunque sean ciudadanos de pleno derecho de su país o incluso autóctonos) han comprobado en sus carnes que, en su caso, debe irse más lejos para conseguir la no discriminación. Primeramente son discriminados para poder acceder a un puesto de trabajo. Alguien argumentará que en una época de crisis como la que vivimos, en la que el paro y la precarización del empleo son un auténtico estigma para los trabajadores, la dificultad para encontrar empleo es grande para todos. Pero, lo que no es de recibo es que, según demuestran investigaciones realizadas al respecto, las dificultades se agudicen por el mero hecho de tener la piel un poco más oscura, unos rasgos más exóticos o, simplemente, distinta cultura. Después son discriminados en sus condiciones de empleo, ya que ocupan con sospechosa frecuencia los puestos más bajos del escalafón laboral, independientemente de su preparación y de sus méritos profesionales. Y, además, incluso si se tiene en cuenta su cualificación y se les remunera con el salario que les corresponde, puede que alguien que se considere superior acabe haciendo chistes -malos chistes- acerca de su procedencia, sus antepasados, su color, sus rasgos o supuestos indeseables atributos que determinada cultura superior les atribuye.

EL PELIGRO DE CIERTA "NORMALIDAD"

Y todo lo anterior puede hacerse, aplaudirse o simplemente tolerarse por ser considerado algo normal, por empleadores, compañeros de trabajo (?) o ciudadanos en general que se autoconsideran cultos, modernos, progresistas y hasta de izquierdas y que, por supuesto, no son racistas ni xenófobos, porque -atención al argumento- todo eso es propio de nazis, ultras y fachas, de grupos o partidos de extrema derecha a los que, también por supuesto, ni pertenecen ni han pensado nunca en apoyar o votar.

Lo peor es que lo normal se ha convertido en cotidiano. Y, a pesar de la desgraciadamente creciente importancia de los movimientos de extrema derecha que hacen bandera de su militancia racista o xenófoba, lo más grave es que personas normales mantengan de hecho posturas de discriminación hacia el que es diferente. Posturas que tienen las mismas raíces históricas, culturales e ideológicas que las proclamas de aquellos grupos ultraderechistas con los que jamás se alinearían conscientemente, pero que, en la práctica, son posturas que discriminan igual... o peor.

¿Por qué peor? Porque mientras las políticas y acciones de los racistas o xenófobos declarados son minoritarias y, además, son profusamente contestadas y combatidas desde todo el resto del arco ideológico, los hábitos -malos hábitos- de discriminación que se llevan a cabo con normalidad y por personas normales se realizan, a menudo, en el más impune anonimato, cuando no cuentan con la adhesión implícita o la aprobación explícita de testigos que también se autoconsideran normales.

PERO ¿EN EUSKAL HERRIA TENEMOS PROBLEMAS?

Lo habitual cuando hablamos de estos temas es decir que en nuestro país no existen problemas de racismo ni de xenofobia. ¿Seguro? Seguro que no existen los problemas que se dan en los países británicos, donde, por ejemplo, ciudadanos que son británicos desde su nacimiento a todos los efectos son objeto de prácticas discriminatorias por su origen racial. Seguro que no existen los problemas que hay en Ceuta y Melilla, donde se ha levantado un muro (de verdad, de los de piedra) para impedir la entrada a los marroquíes. Seguro que no hay los problemas que ha habido en Italia, donde no se dejaba desembarcar a los albaneses que huían de la miseria, ni en Alemania, donde se han incendiado casas, con sus habitantes extranjeros dentro.

Pero, ¿seguro que nadie ha visto detalles racistas ni xenófobos en Euskal Herria?, ¿seguro que nadie ha observado gestos de rechazo hacia los africanos o hacia los gitanos?, ¿seguro que nadie ha oído un comentario despectivo hacía los inmigrantes orientales o sudamericanos?, ¿seguro que nadie ha tenido nunca noticias de que algún inmigrante sea discriminado en su puesto de trabajo (o en su acceso a él) o de que algún patrón desaprensivo se haya aprovecho de su situación de ilegalidad para imponer unas condiciones de trabajo abusivas?

Es cierto que los problemas de racismo o xenofobia no adquieren en nuestro país la intensidad ni la virulencia o, al menos, la proliferación que tienen en otros sitios. Pero haríamos bien en preguntarnos, individual y colectivamente, si ello se debe a que realmente nuestra sociedad no adolece de esos males o a que, simplemente, todavía no es grande la cantidad de extranjeros o de personas de otras razas que han llegado a nuestro país.

Y digo todavía porque basta echar una mirada a nuestro alrededor para vaticinar que dicha cantidad acabará aumentando. Y, en ese caso ¿estamos preparados para no ser racistas?

LA ESTRATEGIA DEL RESPETO

El conjunto de sindicatos europeos, liderado por la CES (Confederación Europea de Sindicatos), está de acuerdo en que la lucha contra el racismo y la xenofobia debe asumirse de una manera activa por los sindicatos y ser trasladada -la lucha- al ámbito laboral y al propio seno de los centros de trabajo.

Dice un experto en la materia que el problema del racismo y la xenofobia es una cuestión mental. Un rechazo de las mentes a lo que es diferente, agravado, en estos momentos, por el llamado "síndrome de la seguridad", es decir, la tendencia a defender lo que se tiene (o se quiere conseguir, como, por ejemplo, un empleo) o por el miedo a perderlo (o no conseguirlo) en estos tiempos en el que el desempleo es el primer agente de exclusión social.

Ante este miedo a lo diferente y al riesgo de perder lo que tenemos, sólo vale la práctica de la solidaridad con los que tienen menos. Y, sobre todo, la estrategia del respeto hacia los que son diferentes. Un respeto activo, que supere el ejercicio de la simple tolerancia, que no es ni suficiente ni adecuada para prevenir y erradicar fenómenos como el racismo y la xenofobia, que nunca deben tener cabida en sociedades antropocéntricas y democráticas, como pretendemos que sea la nuestra.

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