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No me vengan con órdenes foralesjulio 2020

La DFG y la pandemia

Al comienzo del estado de alarma la Diputación Foral de Gipuzkoa implantó en sus centros de trabajo algunas medidas preventivas para, supuestamente, evitar el contagio por covid-19. Entre ellas, el establecimiento de turnos de trabajo que, en la práctica, obligaban a la totalidad de la plantilla a coincidir en sus puestos de trabajo durante un par de horas cada día. Antes de ser modificada apenas unos días después, esta peregrina iniciativa dejó constancia de la falta de sensibilidad de la institución para evitar que sus trabajador@s se contagiaran de coronavirus.


Sobre su falta de estrategia para hacer frente a la extensión de la pandemia -no solo entre su plantilla, sino también entre otros colectivos afectados por sus decisiones-, la DFG podrá alegar que hace unos meses no se conocía con exactitud el modus operandi del agente que la causa. Aunque este supuesto desconocimiento de entonces no sea excusa suficiente para sus torpezas, lo innegable es que ahora se sabe que nos enfrentamos a un coronavirus muy contagioso y agresivo, ante el que, por el momento, solo existe una terapia realmente eficaz: evitar el contagio. 

Sin embargo, para adaptarse a la nueva normalidad, la DFG ha establecido una serie de medidas, que no solo están planteadas desde la misma falta de sensibilidad hacia los problemas específicos de sus trabajador@s, sino que, además, ahora invaden un terreno que no ha lugar. En efecto, el Real Decreto-ley 21/2020, de 9 de junio, de medidas urgentes de prevención, contención y coordinación para hacer frente a la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, entre las medidas para el control de la pandemia en el periodo de nueva normalidad, establece que se deberán “adoptar medidas para […] la potenciación del uso del teletrabajo cuando por la naturaleza de la actividad laboral sea posible”. En lugar de entender esta disposición legal como una oportunidad para, además de prevenir contagios, modernizar su estructura organizativa y adaptarla a los nuevos tiempos, la DFG se muestra de manera explícita -y a todas luces recalcitrante- como firme partidaria del trabajo presencial. ¡Como si el presencialismo no fuera una de las mayores causas de ineficiencia de las administraciones públicas y, en particular, de la propia DFG!

Pero la DFG no solo deja de cumplir con la obligación legal de potenciar el teletrabajo “cuando por la naturaleza de la actividad laboral sea posible” -lo cual ocurre en muchos de sus puestos de trabajo-, sino que, con una flagrante e inadmisible falta de respeto, se atreve a incluir entre las decisiones tomadas para la vuelta a la actividad ordinaria el siguiente mandato: “El personal empleado que en esta fase de desescalada sea requerido para trabajar presencialmente y conviva con personas vulnerables, deberá extremar las medidas higiénicas en su domicilio y acudir a su puesto de trabajo con normalidad”. 

Si el asunto no fuera delicado, sería esperpéntico. Porque, según este mandato, un posible contagio doméstico a personas vulnerables no sería atribuible, en ningún caso, a deficiencias en las medidas preventivas adoptadas por la DFG (incluida la no potenciación del teletrabajo), sino que la causa radicaría en no haber extremado (sic) las “medidas higiénicas en su domicilio”. Pero el asunto no solo es delicado, sino que puede llegar a ser grave para una persona vulnerable (como es mi caso), que convive con una trabajadora de la institución (a la que durante los meses de confinamiento no le concedieron la gracia de teletrabajar por mi vulnerabilidad, sino por sus propias patologías previas). 

Tras la infructuosa insistencia de Toñi para continuar con el teletrabajo (que durante el confinamiento nadie ha cuestionado como recurso eficaz y eficiente), ha quedado claro que a l@s responsables de la DFG les importan un bledo la salud de ella y la mía. Por tanto, desde la impotencia y la indignación que producen las decisiones inadecuadas e irracionales, quiero dejar claro a quienes las toman que, cuando menos, deben librarse muy mucho de darnos órdenes, ni a ella ni a mí, sobre las medidas higiénicas que debemos mantener en nuestro domicilio. Solo faltaría.

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