Negro sobre blanco / Escritos de un sindicalista
Proletariado del siglo XXInoviembre 2023
Zigmunt Bauman (1925-2017), sociólogo ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010, afirma que, en la nueva modernidad líquida en la que vivimos, se ha producido una progresiva desintegración del entramado social y, en particular, de los agentes sociales impulsores de la acción colectiva. Así mismo, como señala el también sociólogo y exministro de Universidades Manuel Castells (1942), la globalización de la economía ha ocasionado que el proceso de socialización de la producción característico de la era industrial haya cedido el paso a una progresiva individuación del trabajo.
Una consecuencia de las características de la sociedad actual es que, aunque los datos sobre pobreza indican que sigue existiendo un gran número de personas que apenas logran ingresos económicos para poder subsistir, la mayoría de los trabajadores y trabajadoras que viven en esa situación no tienen la percepción subjetiva de pertenecer a una misma clase social. Y una clase social cuyos miembros no se organizan no adquiere la condición de agente social activo y no está preparada para luchar en defensa de sus intereses.
Este fenómeno ocurre en prácticamente todos los países, sea cual sea su grado de desarrollo económico. El aumento de la precariedad del empleo ha tenido como consecuencia el crecimiento del denominado sector informal de la economía, donde la regulación de las condiciones de trabajo brilla por su ausencia. Pero es en los países inmersos en procesos de desarrollo económico donde se ha producido un fenómeno especialmente llamativo.
En efecto, como ha subrayado Donald Krueckeberg (1938-2006), Karl Marx se quedaría perplejo al observar como en esos países gran parte del numeroso colectivo de personas que apenas logran subsistir con sus exiguos ingresos no son proletarios y proletarias legalmente explotados por empresarios capitalistas, sino pequeños empresarios y empresarias (lo que por estas latitudes llamamos trabajadores/as autónomos/as) que son oprimidos extralegalmente en el inframundo de la economía informal.
Es un dato que corrobora que no es cierto que en la economía actual haya dejado de existir el proletariado. Por el contrario, debido al proceso masivo de urbanización de la población (que a menudo se realiza en condiciones tanto o más precarias que en los albores de la Revolución Industrial) y a la desregularización de los mercados de trabajo, tanto en los países en vías de desarrollo como en los desarrollados, hay más proletarios y proletarias que nunca en la historia reciente de la humanidad.
Sin embargo, el individualismo y el arrinconamiento de los ideales de igualitarismo social han derivado en un bajo nivel de conciencia de clase entre quienes integran ese proletariado. Una conciencia de clase que difícilmente cobrará fuerza en tanto en cuanto los movimientos sociales que captan la atención de los y las más jóvenes (feminismo, ecologismo, pacifismo, antiglobalización…) no asuman que la lucha de clases sigue vigente y es transversal a todos esos movimientos.