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¿Qué es la energía verde?enero 2023

A vueltas con la energía nuclear septiembre 2022

Hace mucho tiempo que la energía nuclear viene proporcionando materia para el debate. Fue demonizada como la causante del horror producido por las bombas que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial y que después, en la segunda mitad del siglo XX, fueron soporte de la Mutually Assured Destruction (MAD), destrucción mutua asegurada, leitmotiv del enfrentamiento entre las potencias protagonistas de la Guerra Fría. Paralelamente, su uso para fines pacíficos también ha protagonizado una dilatada e inacabada controversia entre su relevancia como fuente de energía de primer nivel y su bien ganada fama de protagonista de algunos de los mayores desastres no bélicos de nuestra historia reciente: Harrisburg (Pensilvania, EE. UU.), en 1979; Chernóbil (Ucrania), en 1986; Fukushima (Japón), en 2011. 

De nuevo la guerra, esta vez la de Ucrania, acompañada de la consiguiente crisis energética que tienen en vilo a Europa, es el telón de fondo de la discusión sobre si la energía nuclear debe o no ser considerada una energía verde, como recientemente han proclamado las instituciones de la Unión Europea. Para seguir este debate hay que tener claros algunos conceptos. Cuando menos los imprescindibles para aplaudir o denostar, con cierto conocimiento de causa, las decisiones que se toman al respecto. Decisiones en las que puede irnos la salud o hasta la vida, y quién sabe si algo todavía más importante: la libertad para decidir cómo queremos vivir... y morir.


Encontrar una definición de la expresión energía verde ha resultado ser una ardua tarea. Para empezar, en textos a los que se puede suponer cierto rigor, es frecuente que el término verde referido a la energía aparezca entrecomillado, como una denominación coloquial alejada de lo científico. Con esta perspectiva y tras indagar, sin éxito, en artículos académicos y páginas web de organismos e instituciones relacionados con la energía, una opción es optar por una explicación estrictamente terminológica. Así, en el diccionario en línea de la RAE, en la decimosexta acepción de “verde” se señala que “dicho de un producto” es un adjetivo que significa “ecológico”, es decir, “que no es perjudicial para el medio ambiente”. Aunque hablar de la energía como un “producto” resulta excesivamente mercantilista, no es un mal punto de partida para considerar que energía verde es aquella cuya obtención y posterior uso no resultan perjudiciales para el medio ambiente. Siempre que se entienda, claro está, que en el medio ambiente están incluidos también los seres humanos y que, además, haya el suficiente consenso sobre lo que significa “no ser perjudicial”, extremo que no parece sencillo de resolver. En cualquier caso, esta definición académica puede no resultar demasiado práctica.

Otra opción es adentrarse en el debate desde la perspectiva de quienes tienen intereses diversos en los mercados de la energía o, como contraparte, perciben siempre esos mercados como una amenaza medioambiental. En esos ámbitos se considera energía verde a la que es “limpia” y procede de fuentes “renovables”, lo cual lleva a tener que definir el significado de cada uno de los términos entrecomillados, sobre lo que tampoco hay unanimidad. Así, hay quien opina que para que una energía merezca la consideración de “limpia” no debe producir ningún tipo de contaminación, lo que resulta harto difícil si se considera el conjunto del proceso de producción, distribución y tratamiento de residuos; y hay a quien le basta que sea razonablemente poco contaminante, como ocurre con las que tradicionalmente vienen siendo consideradas energías verdes (solar, eólica, hidroeléctrica…). Respecto a que sus fuentes sean “renovables” tampoco las cosas están claras: hay quien opina que, por ejemplo, esto ocurre con la gran esperanza energética, la energía nuclear de fusión, al entender que su fuente, el agua, es un recurso inagotable, pero también hay quien considera, con cierta dosis de obviedad, que la cantidad de agua es también finita.

En definitiva, en la medida que ser “limpia” y “renovable” es algo gradual, podría decirse también que el apelativo de verde aplicado a la energía es un término relativo cuya graduación será establecida en cada momento histórico por el mercado o por consensos institucionales. Por tanto, y siempre de la mano de los logros científicos y tecnológicos, el objetivo de la sociedad no parece que pueda ser otro que conseguir que la energía que consumimos para poder llevar una vida razonablemente confortable sea lo más verde posible. Así que, cuidado con los cantos de cisne sobre energías verdes indiscutibles y libres de toda mácula, porque pueden ir acompañados de intereses comerciales no siempre transparentes y, a menudo, también de estrategias geopolíticas, que en la práctica vienen a ser lo mismo.

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