Negro sobre blanco  /  Las tesis del aitona

Cosa de dosabril 2021

No se puede defender la igualdad de las personas como principio irrenunciable y dar un quiebro para no aplicarlo dentro de las parejas sentimentales. Cualquiera que sea el sexo (o género) de sus integrantes, no puede haber derechos y obligaciones diferentes para los unos y para las otras. Esto no significa que en cada pareja no pueda acordarse un reparto de funciones específicas o de tareas concretas que resulte ecuánime y satisfactorio para sus componentes. Aunque en ese pacto puede ser peliagudo llegar a acuerdos sobre la existencia de márgenes diferentes de libertad para cada miembro de la pareja, como medida de precaución ante posibles agresiones externas.


Estoy plenamente de acuerdo con la reivindicación de cualquier mujer que reclame que, a cualquier hora del día o de la noche, sola o acompañada por quien ella quiera y, dado el caso, borracha como una cuba, tiene derecho a llegar a casa intacta y sin que por el camino ningún gilipollas la importune, ni siquiera para ofrecerle algún tipo de ayuda paternalista que la protagonista no solicite previamente. Esto no evita que, en la cruda realidad de la vida real, en muchos entornos y contextos sea difícil garantizar la libertad de movimiento de las personas, sobre todo en el caso de las mujeres, ante el riesgo de sufrir agresiones machistas o de cualquier otra índole. 

Es cierto que las amenazas contra la libertad de un individuo no son siempre de índole sexual ni específicas de las mujeres. Es frecuente escuchar informaciones sobre agresiones de índole no sexual sufridas tanto por mujeres como por hombres. Pero, incluso si esas agresiones han incluido cierta violencia física, es difícil escuchar de la persona que las ha sufrido testimonios que sobrecojan tanto como los de aquellas mujeres que han experimentado siquiera la amenaza y el consiguiente terror a sufrir una agresión de carácter sexual.

El debate sobre la conveniencia práctica de establecer limitaciones a la libertad de movimientos en función del sexo o género se da también en las familias con respecto a los hijos y las hijas. La cuestión puede ser compleja de resolver, sobre todo si el fondo del asunto se solapa con ciertas tradiciones patriarcales. Pero probablemente sea en el ámbito de la pareja donde la falta de acuerdo sobre la materia puede convertirse en un problema de convivencia; al fin y al cabo, los hijos e hijas se hacen mayores y se acaban independizando. 

¿Cómo debe resolverse esta cuestión en una pareja? No cabe duda de que es innegociable que, como telón de fondo, debe prevalecer el respeto a la igualdad y la libertad de las mujeres en general y de cada mujer en particular. Aunque también habrá que considerar la posibilidad de que cada pareja pueda pactar sus propio código de comportamiento. Porque lo que ocurre en el devenir de la vida en pareja es o debería ser siempre cosa de dos.

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