Negro sobre blanco / Las tesis del aitona
Exfebrero 2023
La forma abreviada de exmarido, exmujer o expareja se ha ganado un sitio en los diccionarios. Paradójicamente, a pesar de su consideración de término informal o coloquial, resulta más adecuado para ser utilizado por escrito, seguramente porque el contexto ayuda a comprobar que se está usando con respeto. Verbalmente, sin embargo, incluso si no se tiene la intención, casi siempre trasmite cierto aire de desprecio o de minusvaloración. Y esto es algo que no debería tener cabida al referirse a aquel o aquella que ha ocupado un lugar preeminente en nuestra vida.
Es difícil -y, según las estadísticas, cada vez más improbable- conformar una buena pareja, que dure hasta que la inevitable muerte se lleve a uno de sus miembros. Pero no debería serlo tanto convertirse, siquiera en la distancia, en un o una buena ex y, al mismo tiempo, mantener una buena consideración del ex o de la ex. Lo segundo es especialmente importante porque, tras pasar el mal trance que, por lo general, implica una ruptura sentimental -incluso en aquellos casos en la que la sensación de liberación sea mayor que la de pérdida-, hay que procurar preservar los buenos recuerdos. No se trata de sumergirse en la melancolía, ni mucho menos en la depresión y la desesperanza, pero hay pocas cosas más amargas que no poder recordar con cariño el tiempo compartido con la persona que ha pasado a ser tu ex. Incluso en aquellos casos en los que se tenga la sensación de que el o la ex parece empeñarse en que no lo logres, hay que intentar poner a salvo esos buenos recuerdos: son una parte sustancial del libro de la vida que cada persona va escribiendo.