Negro sobre blanco  /  Las tesis del aitona

¿Una solución, una buena solución o la mejor solución?2014

La vida de cualquier persona está jalonada de una continua búsqueda de soluciones para dar respuesta a problemas de muy diversa índole. Pero, antes de comenzar a buscar la solución de cualquier problema hay que decidir qué tipo de solución se desea encontrar. Una forma sencilla de clasificar o graduar el tipo de solución que es más adecuada en cada caso es la que se expone a continuación.


Una solución

Hay problemas para los que, en principio, vale cualquier solución. En efecto, si una persona desea comprar una alcayata para colgar un cuadro, bastará con entrar en la primera ferretería que encuentre; si se necesita echar gasolina al coche, excepto que se tenga localizada previamente una estación de servicio con mejores precios o que dé un mejor servicio, vale cualquier gasolinera; si se desea comprar una lechuga o una barra de pan, se puede ir a la tienda habitual o, simplemente, entrar en la primera frutería o panadería que se tenga a mano. En todos estos casos y en muchos más no parece necesario que haya que recorrer todas las tiendas del barrio o de la ciudad, salvo que la persona implicada esté obsesiona con ahorrarse unos céntimos (hasta es posible que lo haga por necesidad), pero, incluso en ese caso, no se necesita repetir cada día la misma búsqueda para encontrar una solución.

Estos ejemplos “domésticos” no son los únicos casos en los que puede ser válida cualquier solución. Hay multitud de situaciones, incluso en el ámbito profesional, en las que, si nos paramos un momento a pensarlo, es suficiente cualquier solución que satisfaga nuestra necesidad o resuelva nuestro problema. Es muy posible que mejorar esa primera solución que se presenta como la más sencilla y asequible necesite de un tiempo y un esfuerzo suplementarios que no merezcan la pena, ni siquiera por el posible ahorro de algún dinero.

Es más, en situaciones en las que el tiempo tiene un coste económico cuantificable, dedicar más tiempo a buscar otra solución cuando es suficiente con la que ya tenemos puede conllevar unos costes elevados. Por ejemplo, es una situación muy común realizar reuniones de dos o más personas para tomar una decisión, cuando la solución es, simplemente, adoptar aquella que previamente ya está más que clara. Los costes de la búsqueda de una supuesta solución mejor (que a menudo ni siquiera es posible) suelen ser muy elevados y, por lo general, están motivados por la incapacidad de la persona que debe tomar la decisión para asumir la responsabilidad de hacerlo.

Cuando un asunto sólo pide encontrar una solución, excepto que la propia búsqueda de la solución proporcione a quien la busca un disfrute añadido o que no tenga otra cosa mejor en qué emplear el tiempo (lo cual necesitaría un reflexión al respecto), dedicar más tiempo o más esfuerzo en buscar otra solución no suele merecer la pena, habitualmente ni tan siquiera por el posible ahorro económico.

Una buena solución

Hay problemas o asuntos a los que no vale con encontrar cualquier solución, sino que la opción adecuada y necesaria es encontrar una buena solución. Si queremos comprar unos zapatos, por ejemplo, de un determinado color y grado de calidad, a muchas personas no les es suficiente con entrar en la primera zapatería que encuentren, pedir unos zapatos de las características previstas y quedarse con el primer par que se ajuste bien a sus pies. Es muy probable que se quieran encontrar unos zapatos que, además de cumplir con los requisitos básicos deseados, tengan un diseño subjetivamente atractivo o que se quiera encontrar una alternativa igual de buena pero de menor coste.

La búsqueda de una buena solución es la deseable, a menudo, con algunos asuntos domésticos o personales relacionados con objetos, compras o gestiones de una cierta entidad y, sobre todo, cuando están implicadas personas. Así, si tenemos que disculparnos, por ejemplo, por llegar tarde o por no haber cumplido con un compromiso, no vale probablemente cualquier solución (por ejemplo, mandar un escueto mensaje escrito o que llame alguien por teléfono en nuestro nombre), sino que seguramente deberemos optar por una buena solución (por ejemplo, llamar personalmente), aunque ello obligue a dedicar más tiempo o esfuerzo.

La línea que separa la búsqueda de una buena solución de la obsesión injustificada por encontrar una solución mejor es muy fina. En efecto, hay quien, por ejemplo, para comprar algo que a priori sólo necesita una buena solución, tras haberlo encontrado -y con un precio razonable-, decide continuar la búsqueda de otra solución mejor para protegerse de la sensación de encontrar posteriormente otra alternativa más barata o de un diseño más perfecto. Esto sería aplicar inadecuadamente a problemas que necesitan una buena solución la alternativa que se indica a continuación.

La mejor solución

Aunque siempre hay que tener la prevención de no caer en el perfeccionismo innecesario o en la búsqueda de lo humana y razonablemente imposible, hay problemas que necesitan la mejor solución. Hay incluso ocasiones en las que puede que ni tan siquiera valga la mejor solución posible, porque puede darse el caso de que, si no se encuentra la que se considera óptima, se opte por posponer durante un tiempo la solución al problema. Por ejemplo, si se desea comprar una vivienda, es más que probable que el camino elegido sea estudiar concienzudamente toda la oferta existente, y que si no se encuentra la solución que se considera más idónea se llegue a posponer por un tiempo la compra.

En el ámbito profesional, lo que suele necesitar la mejor solución es el diseño de nuevos proyectos que tengan vocación de permanencia en el tiempo. Curiosa y fatalmente, el deseo de entrar rápidamente en la dinámica de ejecutar, producir o salir al mercado suele hacer que no se dedique el tiempo sosegado y la energía suficiente a los nuevos proyectos (y, en consecuencia, suele ser el origen de buena parte de las chapuzas de mayor calado).


Cada persona es un mundo, y cada situación, cada problema que se presenta tiene sus características singulares y su propia dinámica. Pero tomar una opción adecuada sobre el tipo de solución que se quiere buscar es una clave muy orientadora de la forma en que debe encararse su búsqueda.

En prácticamente todos los casos hay dos variables que son fundamentales a la hora de tomar la decisión final sobre el tipo de solución a buscar:

  • El margen de tiempo que tengamos para resolver necesariamente el problema. No me refiero al tiempo que a priori se haya decidido dedicar a buscar la solución, sino el límite real de tiempo a partir del cual la solución ya no es válida, por haber dejado de ser viable o necesaria, o porque no haber dado en ese plazo con la solución da lugar a un problema de mayor calado. Por ejemplo, si se quiere echar combustible al coche, es posible que la estación de servicio más próxima no ofrezca el mejor precio o el servicio más adecuado, pero, si no hay la posibilidad material de ir a otra gasolinera porque no se dispone de gasolina para llegar, la persona está obligada a resolver el problema en esa estación de servicio, porque no es factible otra solución, aunque fuese deseable una solución mejor. 
  • El coste de la solución. Puede que la alternativa que tengamos delante parezca una buena alternativa o, incluso, la mejor, pero no es posible o razonable hacer frente al coste que supone. Por ejemplo, los zapatos de la primera zapatería elegida pueden ser perfectos, pero exceden del presupuesto previsto, o el piso encontrado puede ser ideal, pero fuera del alcance de la persona compradora. Por otro lado, cuando el coste de un bien concreto es una cantidad pequeña de nuestro presupuesto global, generalmente no vale la pena dar vueltas para buscar otra opción. Aunque siempre hay quien dice “a mi no me timan” y se va a otro sitio, a pesar de que la nueva y mejor solución le cueste un tiempo y un esfuerzo que probablemente no merecen la pena.

Ante cualquier problema al que queramos buscar una solución, tras sopesar cuáles son los límites de premura y de presupuesto, deberemos decidir de forma racional qué tipo de solución debemos buscar. Es evidente que no todas las personas optaremos por el mismo tipo de solución para dar respuesta a situaciones similares, pero debemos ser conscientes que elegir una alternativa inadecuada nos obligará a realizar esfuerzos innecesarios y/o nos llevará a cometer errores, y muy probablemente nos creará conflictos con las personas que tengamos alrededor. Hay que elegir bien en cada caso si lo que se necesita es una solución, una buena solución o la mejor solución.

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