Negro sobre blanco / Opinatorio
Bozeramailefebrero 2018
Cuando escribo trato de no invisibilizar a las mujeres. Esto hace que, con cierta frecuencia, utilice los dos géneros de una palabra, busque un término que incluya a todos los sexos y géneros, o bien haga uso de la @ o de las terminaciones “os-es/as” o "xs". Y casi cada vez que me encuentro en esa encrucijada, echo en falta las facilidades que para resolver la situación ofrece el euskara: hay casos en los que no queda otra que utilizar dos palabras diferentes, una para cada sexo (por ejemplo: “seme” y “alaba” para hijo e hija; “gizon” y “emakume” para hombre y mujer); pero, en la mayoría de las ocasiones, la palabra es la misma para ambos géneros -y, en su caso, sexos-, sin ningún sufijo que marque la diferencia.
Estos últimos días me he acordado en repetidas ocasiones de la palabra “bozeramaile” (portavoz). El motivo no es otro que “los portavoces y las portavozas” de Irene Montero y, sobre todo, los comentarios e interpretaciones que la expresión ha generado a personajes públicos y anónimos, tanto en los medios de comunicación como, según dicen, en las redes sociales. A decir verdad, en el plano estrictamente gramatical, me hubiera decantado por usar la fórmula “los y las portavoces”. Pero, tras leer y escuchar bastantes de los posicionamientos habidos al respecto, me ha parecido que había dos equipos bien diferenciados.
Uno de ellos, el formado por quienes han pretendido ridiculizar la opción elegida -de forma más o menos premeditada- por la señora Montero y, de paso, criticar los intentos de muchos y muchas (a veces con resultados tan bien intencionados como poco afortunados) por evitar la tan habitual elipsis a la que el castellano somete a las mujeres. El otro, el integrado por quienes se han manifestado a favor de “las portavozas” sin entrar en mayores consideraciones gramaticales, con la sana intención de posicionarse a favor de la visibilización de las mujeres y, en consecuencia, en apoyo de la tesis (o lapsus, que para el caso da lo mismo) de Irene Montero y en contra de quienes la han pretendido denostar. Por favor, apúntenme en este segundo equipo.
Post scriptum: me imagino que siguiendo el hilo de la polémica, hay personas tenaces e imaginativas -supongo que se trata de mujeres- que han dado con un término (el cual, por cierto, es literalmente calcado de “bozeramaile”) que resuelve la cuestión gramatical del asunto, ya que su femenino cuenta con el visto bueno de la RAE. Se trata de vocero y vocera: “Persona que habla en nombre de otra, o de un grupo, institución, entidad, etc., llevando su voz y representación”. No es casualidad que el término esté siendo utilizado por mujeres que están promoviendo la huelga de mujeres del 8 de marzo de 2018.