Negro sobre blanco / Opinatorio
Expedientes Babril 2023
A mediados de los años 80 del siglo XX, el entonces campeón del mundo de ajedrez Anatoli Kárpov vino a San Sebastián a jugar unas partidas simultáneas. El dinero que cobraba por la exhibición debía estar en su poder antes de empezar el espectáculo. En aquellos años, la entidad que financiaba el evento, la Diputación Foral de Gipuzkoa, tardaba unas tres semanas en hacer un pago de esas características. Por eso no sorprendió a nadie el ataque de risa floja que le dio al funcionario encargado de tramitar el pago cuando se enteró de que tenía que resolverlo en unas pocas horas… o no habría simultáneas. Pero, cuando lo quieren quienes mandan, todo se puede resolver: los documentos con las correspondientes firmas circularon aquella mañana todavía con más rapidez que las piezas que el ruso movería por la tarde en los tableros. A la burocracia foral no le quedó más remedio que improvisar y poner de inmediato los dólares a disposición del ajedrecista. Aunque es posible que el encargado de las finanzas fuese el KGB que lo acompañaba: un tipo singular con el que tuve ocasión de mantener una jugosa conversación sobre la montaña suiza del Parque de Atracciones de Igueldo.
Como denuncia en su artículo Irene Madrera (DV, 8 de abril de 2023), los vascos y las vascas trans, después de esperar durante años a que el 28 de febrero de 2023 se aprobara la ley que les permitía cambiar de sexo y nombre sin más trámites que solicitarlo en el Registro Civil, se toparon con un fallo informático. No había manera de concertar una cita para tramitar “Expedientes B”, enigmática denominación para clasificar, entre otras, las peticiones de las personas trans para modificar sus datos oficiales. Y como ahora hay que tener cita previa hasta para poner una denuncia en la Ertzaintza, su gozo en un pozo.
Es evidente que existe un antes y un después de que las tareas burocráticas se informatizaran: desde hace años, si se cae el sistema, no hay manera de seguir funcionando. Pero, en este caso, me temo que el problema era una inaceptable falta de previsión para haber adecuado el dichoso sistema con el tiempo suficiente como para atender a los ciudadanos y las ciudadanas trans inmediatamente después de que se aprobara su ley. Al menos eso es lo que se desprende del artículo de Madrera, en el que se recogen testimonios de personas que, saltándose el requisito de la cita previa, decidieron acudir personalmente a las oficinas del Registro Civil, alguna de ellas provista de las páginas del BOE en que se indica qué documentos hay que aportar y cómo deben realizarse los trámites: la respuesta que obtuvieron es que, por el momento, allí no se recogía ninguna solicitud.
Hay ocasiones, como es el caso de las personas trans -que probablemente serían unas pocas decenas- en que hay que tener suficiente sensibilidad y flexibilidad como para arbitrar medidas puntuales y provisionales que permitan dar una respuesta inmediata. El problema es que, al parecer, alguien había decidido que no era para tanto, y que podían esperar un poco más, hasta que la burocracia pusiera al día el sistema. O sea que las personas trans no se merecían un procedimiento de urgencia como el que en su día se arbitró para dar su paga a Kárpov y a su colega del KGB. Este caso de los “Expedientes B” recuerda a aquellos de la famosa serie de televisión, solo que en este caso no estaban Scully y Mulder para resolverlo.