Negro sobre blanco  /  Opinatorio

La gestión de la sanidadseptiembre 2020

Es una opinión mayoritaria que la sanidad pública española -en su conjunto o como suma de las sanidades públicas autonómicas- tiene problemas estructurales para hacer frente a situaciones como la pandemia por covid-19 (y las similares que vendrán). Pero hay también un problema endémico en el funcionamiento habitual de la sanidad sobre el que pocas veces se pone el foco, y menos en época de aplausos y reconocimientos a los héroes y las heroínas de batas de diversos colores (no tod@s las llevan blancas ni verdes). El problema no es otro que la deficiente organización de aspectos concretos del día a día de buena parte de los servicios de salud. Una de las causas es que están dirigidos por profesionales que, en muchos casos, no tienen ni formación ni -lo que es todavía peor- vocación para realizar tareas de gestión.


Aunque haya sospechas fundadas de que buena parte de los problemas de la sanidad radican en la poco afortunada planificación general, sería osado tratar de realizar a vuelapluma una crítica a la alta gestión de la sanidad pública, la que tiene que ver con las inversiones en infraestructuras, las estrategias de privatización, la desafortunada política de contratación de personal o la falta de proyectos innovadores para adaptar el cuidado de la salud a los avances científicos y tecnológicos. Tampoco tiene sentido tratar de resolver con un recetario simplista cómo llevar a cabo, por ejemplo, las ingentes compras de suministros de toda índole que necesita un sistema sanitario o la planificación del funcionamiento global de un centro hospitalario con miles de trabajador@s. Y, por supuesto, no se trata de poner en duda, de ninguna manera, la calidad profesional y humana de la gran mayoría de quienes trabajan en la sanidad. Sin embargo, las personas que acuden a los servicios de salud (antes y después del inicio de la era covid) puede citar un variado y casi ilimitado anecdotario de situaciones que ponen de manifiesto la forma deficiente en que funciona el día a día de esos servicios. 

Al igual que ocurre en otras dependencias de las administraciones públicas, tanto los centros de salud como los hospitales están integrados por un conjunto de relativamente pequeñas unidades. En una mayoría de los casos, al frente de esas unidades están personas -sobre todo médic@s y enfermer@s- que han sido designadas para ello probablemente porque saben mucho sobre cómo curar y/o cuidar a enferm@s, pero que no solo no han tenido una preparación específica para dirigir o gestionar, sino que a much@s de ell@s no les entusiasma hacerlo. Sobre todo porque supone organizar y supervisar el trabajo de personas a quienes, por ejemplo, hay que corregir por tener comportamientos profesionales descuidados (¿quién no ha visto a sanitari@s moverse sin ningún reparo de un sitio a otro de un hospital sin tomar medidas adecuadas para prevenir la transmisión de gérmenes?) o decir que no a lógicas aspiraciones personales (a nadie le gusta decir a otra persona que no puede coger las vacaciones en determinadas fechas o que tiene que cambiar su turno por necesidades del servicio). 

Sin embargo, llegar a jefe o jefa suele ser una opción deseada para culminar con éxito una trayectoria profesional, incluso si en su fuero interno el o la aspirante saben que dirigir y gestionar no es lo suyo. (Otro motivo para ser jefe sería acceder a una mayor remuneración; al respeto, hay que decir que l@s médic@s probablemente son l@s profesionales cualificad@s que más horas extras remuneradas realizan, camufladas sobre todo como guardias). La consecuencia es que much@s profesionales de la sanidad que llegan a jefes o jefas son muy competentes ejerciendo como médic@s o enfermer@s y tienen por ello reconocido prestigio entre sus colegas, pero son mediocres organizadores y gestores de recursos materiales y humanos. A decir verdad, este problema no es específico de la sanidad, sino que es una vieja pandemia que se extiende por todas las administraciones públicas, porque también una persona puede saber mucho de, por ejemplo, derecho, arquitectura, psicología, sociología o deporte, y ser poco diestra para dirigir la unidad de la que han sido puesta al frente. Pero, con la que está cayendo, en la sanidad todavía se nota más.

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