Negro sobre blanco / Opinatorio
La resistencianoviembre 2024
Además de la denominación del antiguo programa de David Broncano, es el título de un artículo de Sebastian Faaber (Ctxt, 7-11-2024). Nacido en Ámsterdam (1969), este catedrático de Estudios Hispánicos en el Oberlin College de Ohio (EEUU) hace repaso de los mimbres con los que cuenta la sociedad estadounidense para hacer frente a los próximos cuatro años de gobierno de Donald Trump. Según Faaber, junto a una buena parte de los medios de comunicación, a las asociaciones de la sociedad civil que comparten valores progresistas, a los refortalecidos sindicatos (aunque parte de su afiliación haya votado a Trump) y a muchos centros de enseñanza donde se forman las futuras generaciones, una parte importante del muro de contención para resistir ante lo que viene son las “funcionarias y funcionarios que se nieguen a sacrificar o pervertir los valores republicanos”.
Al parecer, el que fuera el 45 presidente de los EE. UU. y que será también el 47 a partir de enero de 2025 también tiene en cuenta que hay muchas trabajadoras y trabajadores públicos que forman parte de la administración federal que son susceptibles de formar parte de la resistencia. Como informa Antònia Crespí Ferrer (elDiario.es, 13-11-2024), su principal ariete contra esa parte del muro será Elon Musk, que se situará al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental para codirigir, junto a Vivek Ramaswamy (que empezó compitiendo contra Trump en la carrera presidencial para acabar apoyándolo), lo que el presidente electo ha bautizado como nuevo Proyecto Manhattan. Si el primero sirvió para que EE. UU. fabricase las bombas atómicas que fueron arrojadas sobre Japón para poner punto final a la Segunda Guerra Mundial, el actual tiene como objetivo recortar el gasto público y, en buena lógica, llevarse por delante a todas las funcionarias y funcionarios de la resistencia que se pongan a tiro.
Como indica Crespí, la estrategia diseñada por el dueño de la red social “X” es llevar a cabo la operación en plan francotirador, es decir, “desde fuera del Gobierno”, con el propósito de generar “un terremoto” a gran escala, que afecte a cualquiera que “esté involucrado en el despilfarro gubernamental”, que durante la campaña electoral fue estimado por Trump en “al menos 2 billones de dólares” de gasto anual. Apunten la fecha del 4 de julio de 2026, día en que se cumplirá el 250 aniversario de la Declaración de Independencia, porque es cuando finaliza el plazo fijado para culminar el plan para jibarizar la burocracia federal y, por tanto, también para acabar con el funcionariado adscrito a la resistencia. Un funcionariado que ha tenido durante los últimos años en su punto de mira a las empresas de Musk, sobre las que se han abierto investigaciones que han puesto en duda la seguridad de los coches Tesla y han valorado el alto impacto ambiental de los cohetes fabricados por Space X.
En cualquier caso, como señala Faaber en su artículo, la derrota de Kamala Harris tiene mucho que ver con la forma en que la clase trabajadora estadounidense percibe lo que considera falta de integridad e hipocresía de las élites que dirigen el Partido Demócrata. No solo en lo que respecta a la falta de ética en conflictos internacionales (como el que está dando lugar a crímenes de guerra en Gaza), sino también el continuo ponerse de perfil del partido supuestamente progresista ante al incremento de la desigualdad económica y social durante medio siglo de neoliberalismo. No obstante, los próximos cuatro años, en los que tendrá que implicarse en la resistencia -no solo ha perdido la presidencia, sino que también estará en minoría en el Congreso y en el Senado-, probablemente no será un periodo de tiempo suficiente como para que el Partido Demócrata logre regenerase.
A quienes vamos a sufrir desde la distancia el nuevo periodo de trumpismo solo nos queda la triste esperanza de que la Constitución de los EE. UU. no permite que Trump sea elegido para un tercer mandato. En efecto, la constitución más antigua del mundo (entró en vigor en 1789) ha sido modificada en 27 ocasiones, y desde 1951 incluye la enmienda XXII, que impide que un presidente sea elegido para un tercer mandato. No obstante, dado el control de las instituciones que actualmente tiene y el proverbial excentricismo de Trump, tampoco extrañaría a nadie que pusiera en marcha una contrarreforma constitucional para poder ser reelegido para un tercer mandato. En cualquier caso, si la mayoría del pueblo estadounidense que acaba de otorgar al ínclito un poder cuasiabsoluto no cambia de rumbo, basta repasar la lista de nombres que van a formar parte del gobierno de Trump para encontrar más de un candidato o candidata a prorrogar el trumpismo más allá de 2028. Veremos si la resistencia a la que hace referencia el profesor Faaber logra convertirse en mayoría electoral, ya sea a través del rancio y decadente Partido Demócrata o mediante nuevas alternativas que aquí y ahora cuesta imaginar.