Negro sobre blanco  /  Opinatorio

Los pucheros de Oriol2014

Oriol Junqueras me parece un buen tipo; todavía más después de verle compartir mesa y sobremesa con una variopinta e interesante familia sevillana en la emisión de Salvados más vista de la historia. El que puede ser el próximo President de la Generalitat de Catalunya está de moda. No sólo por ser un actor relevante de la efervescente actualidad política catalana y por la reseñada presencia en el programa de Jordi Évole, sino también por haber protagonizado un significativo quiebro de voz al referirse en público a la necesidad urgente de que Catalunya sea un Estado independiente.


No me cabe ninguna duda de que el puchero de Oriol Junqueras al hablar de la independencia de su país no es fingido (en el diccionario de la RAE, una de las acepciones de puchero es la de “gesto o movimiento que precede al llanto verdadero o fingido”), sino que lo siente como algo propio, vital, que desata sus emociones.

Salvo en el caso de las lágrimas de cocodrilo (que no me parece que sea el caso del dirigente de Esquerra Republicana, aunque habrá alguna persona malintencionada a la que se lo parezca), ser un poco llorón no es nada malo. De hecho, hay días en los que uno está especialmente sensible y puede emocionarse casi por cualquier cosa.

Sin embargo, causa cierta perturbación -al menos, a mi me la genera- tener la percepción de que quien aspira a regir un país -el catalán- haga pucheros cuando habla de su objetivo político más radical y deseado -la independencia de Catalunya- y suscite con ello la sospecha de que su planteamiento tiene un sustrato más emocional que racional y político.

Como afirma Eugenia -la abuela roja de la familia sevillana; malhablada y salada como ella sola-, es muy posible que una mayoría de catalanes/as decida su voto sobre el futuro de Catalunya más desde la emoción que desde la razón (y, añado, tanto entre quienes voten a favor como en contra de la propuesta soberanista). Pero no creo que quien aspira a liderar la futura República de Catalunya deba reafirmarse en sus propuestas políticas dejando entrever que lo hace desde esa perspectiva.

He visto a algunas de las personas más entrañables que han pasado por mi vida emocionarse por palabras, melodías, colores o relatos relacionados con acontecimientos políticos o sociales pasados, presentes o de incierto futuro. De la misma forma que le habrá pasado a mucha gente de Catalunya al ver a Oriol Junqueras a punto de echarse a llorar, a mí también me ha emocionado ver a personas muy queridas hacer pucheros por causas bastante similares. Aunque debo decir que, en lo que respecta a mis allegados, nunca me los he imaginado dirigiendo mi país.

En cualquier caso, las argumentaciones de todo orden sobre el denominado problema catalán han llegado a ser tan alambicadas que sólo queda, a mi juicio, atenerse a los principios. Y el principio más elemental de la democracia -etimológicamente, “gobierno del pueblo”- es que el pueblo está legitimado para decidir acerca de aquello sobre lo que quiera pronunciase. Y el pueblo catalán quiere decidir -según las encuestas, por mayoría aplastante- sobre la opción de constituir o no un Estado catalán. Y, dejando de lado discusiones tan teóricas como bizantinas sobre la soberanía, debe poder hacerlo. Para votar a favor o en contra; con o sin los pucheros de Oriol.

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