Negro sobre blanco  /  Reflexiones de un estudiante de “letras”

Catalunya vs Escociaseptiembre 2015

El preludio de las elecciones autonómico-plebiscitarias de Catalunya invita a realizar comparaciones con el contexto en que el 18 de septiembre de 2014 se llevó a cabo el referéndum sobre la independencia de Escocia.


En mi opinión (expuesta en Escocia y la Unión Europea), el plebiscito escocés se realizó con dos aportaciones significativas, una positiva y una negativa, a los principios políticos sobre los que se construye el futuro de Europa. La positiva estuvo a cargo del gobierno del Reino Unido, cuya indiscutible voluntad democrática hizo que el referéndum se realizara dentro de la legalidad y con el compromiso de respetar la decisión que libremente adoptara la ciudadanía de Escocia. La aportación negativa correspondió a la Unión Europea, que amenazó a los hombres y las mujeres que componen la nación escocesa con la pérdida de su condición de ciudadanos de la Unión Europea si se decantaban a favor de la independencia de Escocia.

Ante la muy mayoritaria postura de la ciudadanía de Catalunya a favor de ejercer el derecho a decidir su futuro político, la inmadurez de la Unión Europea se vuelve a poner de manifiesto en los mismos términos que en el caso escocés. Y lo peor del asunto es que cada vez sorprende menos que las instituciones de la Unión Europea se muestren incapaces de tener una visión global y de futuro sobre la convivencia en Europa que vaya más allá de intentar mantener el statu quo.

El rigor de las instituciones europeas se aplica, sobre todo, para mantener entre los Estados miembros la disciplina impuesta por los mercados controlados por los poderes económicos y, a tenor de los hechos, también cuando se trata de no dejar resquicios para que una nación sin Estado pueda ejercer libremente, sin amenazas, su derecho a decidir. Mientras tanto, en otros asuntos (probablemente por aquello de mantener el statu quo) la Unión Europea hace gala de actuar con flexibilidad hasta el punto de aceptar que cada Estado haga de su capa un sayo: países con y sin euro, territorios dentro y fuera del espacio Schengen, gobiernos que chulean la decisión de otorgar asilo a quienes huyen de los jinetes del Apocalipsis.

Además de tener que hacer frente a la pertinaz postura de la Unión Europea ante las naciones sin Estado, la nación catalana, en su pretensión de dar un nuevo paso -probablemente no definitivo- en su caminar constante hacia una fórmula de autogobierno que satisfaga sus legítimas aspiraciones (incluida la de constituir un Estado independiente), se encuentra, una y otra vez, con la posición del actual Gobierno de Madrid, nada proclive a seguir el ejemplo de buena práctica que aportó a la vertebración de Europa el gobierno del Reino Unido en el caso de Escocia.

Aunque no hubieran hecho otros sobrados méritos para ello, sólo por la forma de encarar el proceso catalán, quienes integran y sostienen el actual Gobierno de Madrid deberían ser privados de seguir ejerciendo el poder. La solución, en las próximas elecciones al Parlamento español.

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