Negro sobre blanco  /  Reflexiones de un estudiante de “letras”

Realpolitikmarzo 2022

Da igual que sea para no oponerse con la suficiente contundencia al agresor que comienza una guerra injusta, que sea para apoyar las tesis de un régimen dictatorial que no respeta el derecho de autodeterminación de un pueblo o que sea para hacer negocios con el gobierno de un país en que no se respetan los derechos humanos, cada vez que se toma una decisión política en la que se dejan de lado los principios y la ética para actuar con realismo y pragmatismo (sic) siempre hay alguien que argumenta que eso no es otra que el prudente ejercicio de la realpolitik.


Hace unas cuantas décadas, la lectura y relectura de El príncipe me llevó concluir que su autor, Nicolás Maquiavelo (1469-1527), era mucho menos maquiavélico que lo que suele suponerse, lo que no quita para que fuera listo, astuto y con la habilidad suficiente como para moverse con cierta soltura por el proceloso territorio comanche de su tiempo. Como cuenta Erica Benner (Para arreglar todo esto hay que leer a Maquiavelo; EL PAÍS, 2017), poco antes de morir, el florentino escribió a un amigo que le hubiera gustado mostrar a sus conciudadanos el camino al infierno” para que se mantuvieran apartados de él, en referencia a lo que se les venía encima como consecuencia de la corrupción y las malas decisiones políticas. A Maquiavelo,  además de la paternidad de la Ciencia Política como disciplina intelectual autónoma, hay que adjudicarle el haber elevado a estrategia política de primer orden lo que más tarde se acabó llamando realpolitik. Probablemente sea esta la razón por la que la RAE define maquiavelismo como la doctrina política “fundada en la preeminencia de la razón de Estado sobre cualquier otra de carácter moral”.  

Desde una perspectiva histórica más reciente, el ejercicio de la realpolitik se vincula a los esfuerzos de Bismarck (1815-1898), canciller del Imperio Alemán, para lograr entre los imperios europeos un equilibrio de poderes, que permitiera mantener la paz y no enzarzarse en una carrera armamentística. Esa forma de entender la política duró hasta que fue sustituida por la weltpolitik (política mundial), con la que Alemania optó por competir por ser el imperio dominante. El resultado no fue otro que la Primera Guerra Mundial (1914-1918). 

Muchas lenguas han tomado prestada del alemán la palabra realpolitik, cuya traducción literal al español es “política realista”. Tratando de explicar la concepción política que entraña, el María Moliner (2016) la define como “política basada en principios realistas”, la RAE, como “política basada en criterios pragmáticos, al margen de ideologías”, y la Wikipedia, como “política o diplomacia basada principalmente en consideraciones de circunstancias y factores dados, en lugar de nociones ideológicas explícitas o premisas éticas y morales”.  

En el Diccionario del poder mundial (http://poder-mundial.net) se dice que la realpolitik consiste en “una práctica de la política centrada en el entendimiento de las relaciones de fuerzas y la prosecución del interés nacional”. No obstante, en lo que puede interpretarse como un desiderátum, también se señala que, como consecuencia de los cambios experimentados por el orden mundial desde 1991 (año en que se deshace la URSS), en un futuro no lejano es probable que surja “una nueva realpolitik que se conjugaría ya no a través del interés nacional, sino al servicio del interés global de la humanidad y donde se implementaría todo lo necesario para salvar al planeta de las amenazas que lo acechan”. Mientras tanto, aunque en la práctica de la realpolitik no pueda afirmarse rotundamente que siempre el fin justifica los medios, “el margen de maniobra es grande y el uso de la fuerza, la amenaza, la astucia, la persuasión y la coerción forman parte de la caja de herramientas del perfecto realpolítico”.  

No es de extrañar, por tanto, que, en el tiempo en que el término realpolitik todavía no se había acuñado, Maquiavelo afirmara que “las injusticias se deben hacer todas a la vez a fin de que, por probarlas menos, hagan menos daño, mientras que los favores deben hacerse poco a poco con el objetivo de que se aprecien mejor”. Quizás haya que admitir que era un poco maquiavélico.

Otros textos de  'Reflexiones de un estudiante de “letras”'

¿Quieres hacer algún
comentario sobre este texto?

Contacto
contacto





Información básica sobre protección de datos.

Responsable: Javier García Aranda.
Finalidad: gestionar la suscripción al blog y la comunicación entre el autor y el usuario o la usuaria; moderar los comentarios que se realicen sobre el contenido del blog.
Legitimación: consentimiento del interesado o interesada.
Destinatarios: no se cederán datos a terceros, salvo por obligación legal.
Derechos: acceder, rectificar y suprimir los datos, así como otros derechos recogidos en la política de privacidad.

Utilizamos cookies propias para adaptar el sitio web a sus hábitos de navegación. Si quiere conocer más información sobre el uso de cookies, visite nuestra Política de cookies.

Acepto la política de cookies