Negro sobre blanco  /  Reflexiones de un estudiante de “letras”

Universidad: ciencia & docenciamarzo 2015

El XLSemanal de 1 de marzo de 2015 publica una entrevista con D. Jesús Prieto, director científico de la Clínica Universidad de Navarra, recientemente galardonado con el Premio Nacional de Investigación Gregorio Marañón. En dicha entrevista, este médico y científico afirma que “Los grandes países lo son porque tienen grandes universidades. Y ellas deben crear ciencia, no limitarse a transmitirla a los alumnos”.

Dado que no especifica en qué radica la grandeza de un país -aunque en el texto se haga referencia explícita a Estados Unidos, Alemania, Japón e Inglaterra-, la primera parte de la afirmación resulta un tanto ambigua. No obstante, dado que el telón de fondo de la entrevista es la investigación científica, cabe interpretar que lo que D. Jesús Prieto asocia es la grandeza científica de un país con la grandeza de sus universidades.

Entre las variables que se utilizan para valorar el grado de excelencia de las universidades están las aportaciones a la ciencia de los científicos y las científicas que desarrollan en ellas sus investigaciones y, así mismo, la calidad de la docencia que imparten a su alumnado. Ambas variables son citadas por el entrevistado en la segunda parte de su afirmación, cuando reclama que las universidades deben “crear ciencia” y “no limitarse a transmitirla”.

Por tanto, “crear ciencia” es, a juicio de D. Jesús Prieto, condición sine qua non para adquirir la consideración de “universidad grande”, aunque no queda claro si es un objetivo que de oficio debería plantearse cualquier universidad. En todo caso, lo que se da por sentado es que hay una función que todas las universidades deben cumplir: transmitir ciencia a su alumnado.


Sobre la labor de la Universidad como transmisora de ciencia a su alumnado, mi experiencia me ha llevado a afirmar que “con el paso de los años -y de las asignaturas- me va invadiendo cierto escepticismo, motivado por las dudas en la vocación de parte del profesorado y del tinglado universitario en general hacia la trasmisión de conocimiento, que, desde mi punto de vista, debería ser su principal misión y ocupación” (en sobre Reflexiones de un estudiante de “letras”).

En mi opinión, no se trata de contraponer, por un lado, la plausible aspiración de las universidades y de su profesorado a “hacer ciencia” y, por otro, la que puede ser considerada por el estamento docente una menos ambiciosa y más repetitiva tarea de “transmitir ciencia”. Sin embargo, una buena parte de las personas que han pasado por las aulas universitarias no tienen -no tenemos- demasiada buena opinión de la forma en que, en general, se transmite ciencia al alumnado.

Uno sospecha que esta percepción se debe a que en las universidades hay demasiados profesores y profesoras que consideran la docencia como una tarea que no queda más remedio que cumplir para seguir teniendo el estatus y el tiempo necesarios para ocuparse de sus publicaciones y sus investigaciones o, incluso (que de todo hay en el huerto universitario), de sus trabajos “extras”, ya sean docentes o no, en el propio ámbito universitario o realizados en o para entidades ajenas a la Universidad.

No es fácil hacer un diagnóstico general y todavía lo es menos plantear un remedio para esa mediocridad docente, pero me atrevo a sugerir que una buena práctica sería diferenciar nítidamente perfiles y vocaciones: por un lado, identificar a l@s que son buen@s docentes, es decir, a las personas capaces de desarrollar adecuadamente la tarea de “transmitir ciencia” (sin perjuicio de que, en la medida de sus posibilidades, también ocupen parte de su tiempo en “hacer ciencia”); por otro lado, vincular a la investigación a aquellas personas con condiciones idóneas para ser buenas “hacedoras de ciencia”, al margen de que tengan o no las características adecuadas para ser docentes (y, si no las tienen, lo mejor sería que quedaran exentas de realizar una tarea que no hacen bien y que probablemente no les gusta).

Por último, a aquellas personas a las que sólo les interesa utilizar la ciencia y/o la docencia para ocuparse de sus intereses personales, ya sean curriculares o económicos, lo mejor sería decirles que sigan su camino fuera de la Universidad. Y me temo que hay bastantes.

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