¡Oh deporte!  /  Fútbol es fútbol

El vídeo de Platini1996

2014

En 1996, cuando el texto “El vídeo de Platini” fue publicado en prensa, el susodicho sólo era un ex futbolista famoso, ganador del Calcio italiano, la Copa de Europa, la Copa Intercontinental, la Eurocopa, el Balón de Oro (tres veces). En suma: uno de los mejores jugadores del siglo XX y, por ende, Caballero de la Legión de Honor de la república francesa (que es, debo reconocerlo, lo que más envidia me da).

Recordar el historial deportivo de Platini sirve para dejar constancia de que antes de ser presidente de la UEFA era un futbolista de máximo nivel mundial; por tanto, acceder a ese cargo no le supuso un cambio en su estatus social. Por otro lado, no cabe duda de que su amplia experiencia como jugador le avalaba para opinar sobre las deficiencias del arbitraje y, a mi juicio, acertaba plenamente cuando proponía que se hiciera uso de la tecnología para evitar errores arbitrales.

¿Cómo se explica que ahora que es presidente del máximo organismo rector del fútbol europeo no abogue por aplicar la tecnología que antes predicaba como la fórmula más idónea para evitar los errores arbitrales más graves? ¿Cómo se entiende que se haya olvidado de sus tesis cuando cualquier espectador que tenga delante un aparato de TV (en su casa o en el propio campo de fútbol) puede saber si el árbitro ha acertado al señalar una falta peligrosa, un penalti o al anular o dar por válido un gol? ¡Y, además, lo sabe antes de que el balón se ponga de nuevo en juego!

¿Cómo es posible que en el fútbol profesional no se usen para arbitrar las imágenes grabadas cuando ya se utilizan en otros deportes, sin mayor problema y con total normalidad? ¿Es de recibo que se continúe apostando por no enmendar de forma sencilla e inmediata errores graves de arbitraje que adulteran la competición y que exasperan a los espectadores?

En algunos mentideros futbolísticos se ha dicho que el motivo del despropósito es que hay países y regiones del mundo en las que el fútbol es un fenómeno social de primer nivel, pero su nivel de desarrollo económico no es suficiente como para disponer de forma generalizada de medios tecnológicos adecuados.

En uno de sus artículos, el periodista Ezequiel Fernández Moores (Agencia ANSA) afirma que echar la culpa de no usar la tecnología a la International Board -una especie de consejo de ancianos de la tribu futbolera, que presuntamente defiende las supuestas esencias del tinglado y que se opone al uso de la tecnología- no es más que una excusa del presidente de la FIFA, Joseph Blatter, y de sus adláteres para seguir manteniendo su poder omnímodo dentro del fútbol. En el mismo artículo recuerda que el anterior presidente de FIFA, Joao Havelange, ya decía que «El error humano es la sal del fútbol» y que, así mismo, Dunga, ex futbolista y ex entrenador de la selección brasileña, proclamaba que: «El fútbol es polémica, debate. Si todo es perfecto, no habrá nada que discutir. Ustedes (los periodistas) perderán el trabajo porque no tendrán sobre qué polemizar, y nosotros tendremos que ir a casa porque nada habrá para mejorar«.

No se si es por solidaridad con los económicamente menos desarrollados, porque los errores venden más que los aciertos, porque los dirigentes del fútbol quieren que los árbitros se confundan cuando interesa o, simplemente, porque son muy tozudos, pero no se entiende -al menos en estas latitudes- que en el fútbol profesional se siga arbitrando a ojo, cuando la inmensa mayoría de los espectadores lleva un ordenador en el bolsillo.

Habrá que preguntar a Platini cuál es el origen de la metamorfosis de las ideas razonables que postulaba en los años 90 hasta convertirse en el siglo XXI en un discurso casposo. Probablemente la causa del cambio sea el auténtico virus FIFA-UEFA.


Recientemente los medios de comunicación han recogido unas declaraciones del famoso ex-futbolista francés en las que se aboga por ayudar a los árbitros de fútbol mediante la utilización del vídeo. No es la primera vez que es valorada la posible utilización de medios técnicos para acabar o, cuando menos, paliar el cachondeo de los arbitrajes futbolísticos. Desgraciadamente, continúan imponiéndose los defensores recalcitrantes de la potestad absoluta del árbitro para juzgar lo que ve y hasta lo que no puede ver, con licencia para cometer errores, que adulteran partidos y competiciones y, de paso, exasperan a los aficionados. 

Los errores arbitrales no son, en la actualidad, mayores ni más abundantes que antes, pero, por obra y gracia de la TV, son ahora más evidentes y comprobables. Además, serían en gran parte evitables, como defiende el galo, con la aportación de sencillos medios técnicos y la consiguiente adaptación de las tareas del denominado equipo arbitral

Platini reclama el vídeo para dilucidar, por ejemplo, si un balón ha entrado en la portería, si ha sido introducido con la mano o si ha existido penalti. Sin duda son casos en los que merece la pena acudir a la consulta televisiva, ya que son jugadas de gol o no gol. Y ya se sabe que el gol es el gran protagonista del fútbol. Por el contrario, Platini descarta otros usos del vídeo, por ejemplo, en los posibles fueras de juego, atribuyendo esta tarea a los jueces de línea, a pesar de estar comprobado (y, sorprendentemente, asumido) el altísimo porcentaje de errores en la señalización de esta infracción, cuando son, a menudo, jugadas de “casi” gol, es decir, la salsa del espectáculo. 

Es evidente que el fútbol “funciona”. Y lo hace aún con errores arbitrales flagrantes. Incluso podría aventurarse que, a lo peor, funciona mejor porque los frecuentes errores son a veces de tal calado y tan incuestionables que las polémicas que provocan llenan más espacio en los medios de comunicación y llaman más la atención de los aficionados que las jugadas magistrales cuando no son polémicas. 

Desde este punto de vista, quienes insisten en no sacar el arbitraje de las cavernas del “mecagüen mi madre, Rafa; ¿penalti y expulsión?” quizá estén acertados. Pero también es cierto que quienes somos aficionados al buen deporte y, por ende, al buen fútbol preferimos lo mejor para el espectáculo deportivo, y, por supuesto, que gane nuestro equipo o, si es irremediable, que pierda, pero sin trampas; esas que antes se intuían y que ahora con la TV son tan evidentes.

 


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