¡Oh deporte!  /  Fútbol es fútbol

¿Es importante la distancia en el fútbol?febrero 2018

En Historias de Anoeta han quedado expuestas las incoherencias que, a mi juicio, rodean la reforma del antiguo Estadio y futuro Campo de Fútbol de Anoeta en que juega la Real Sociedad. No obstante, siquiera como reflexión sobre las particularidades del fútbol, me parece interesante llamar la atención sobre el más peregrino de los argumentos utilizados para defender la citada reforma. Según sesudos analistas, la menor distancia entre las gradas y el césped propiciará un aumento de la presión de la afición sobre el desarrollo del juego, y -ahora viene lo bueno- esto tendrá como segura consecuencia que el equipo obtenga mejores resultados deportivos (hay quien se ha atrevido incluso a pronosticar cuántos puntos más obtendrá la Real en cada temporada). 

Hasta no hace mucho, este razonamiento era esgrimido más o menos abiertamente por hinchas, periodistas y también por dirigentes de la Real Sociedad; en estos últimos tiempos, me imagino que el pudor y el supuesto fair play han hecho que la argumentación desaparezca de la esfera pública. Sin embargo, me temo que, amparada por el sempiterno mantra de que Fútbol es Fútbol, la pretensión de influir en el resultado de los partidos -no sólo animando a su equipo- sigue presente en el pensamiento de bastantes aficionad@s al fútbol cuando acuden al campo. Para ell@s seguramente la distancia es importante.


Es opinable cuál es la distancia idónea -tanto en horizontal como en vertical- para ver un partido de fútbol. No obstante, es obvio que un terreno de juego que esté muy alejado de las gradas que ocupan l@s aficionad@s (por ejemplo, porque está circundado por una pista de atletismo), no es el diseño óptimo para facilitar que la mayor cantidad posible de espectador@s pueda ver los partidos en las mejores condiciones. 

En cualquier caso, además de ser una cuestión que se aleja de los criterios de deportividad que deberían presidir el desarrollo de cualquier competición deportiva (incluso si se trata de fútbol masculino profesional), existen dudas razonables sobre la medida en que la distancia entre las gradas y el césped influye realmente en el desarrollo del juego y, en particular, sobre las ventajas que puede llegar a aportar al equipo local.

En primer lugar, más allá del nivel de euforia de las hinchadas futboleras cuando sus equipos ganan, no hay datos contrastados sobre el grado en que la distancia entre l@s espectador@s y el terreno de juego aumenta o disminuye la capacidad de amedrentar al equipo contrario. En efecto, es imposible saber con certeza si determinados eslóganes -por llamarlos de alguna forma- coreados desde una grada más o menos cercana al césped contra un jugador del equipo contrario o contra todos ellos (o contra el conjunto de su afición o de la población de su lugar de procedencia) ponen nerviosos a los aludidos y les hace más proclives a fallar o, por el contrario, les hace crecerse y ser más aguerridos y competitivos. 

En lo que respecta al arbitraje, dada la forma en que está organizado el oscuro tinglado arbitral, es admisible cualquier hipótesis, incluida la de que árbitros y jueces de línea se dejen influenciar por la presión del público. No obstante, tampoco en este caso está nada clara la incidencia que en ello pueda tener la distancia entre las gradas y el césped, salvo que se plantee la execrable posibilidad de que una menor distancia entre ellos y el público pudiera propiciar el temor de los trencillas a ser agredidos, lo que queda fuera de la peor de las lógicas de un espectáculo deportivo, incluso si se trata de algo tan pasional como el fútbol.

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