¡Oh deporte! / Fútbol es fútbol
¿Para qué sirve la Real Federación Española de Fútbol?octubre 2023
A veces nos encontramos con una situación que no sabemos cómo afrontar. Para posicionarnos, es primordial identificar cuál es realmente el problema al que nos enfrentamos. Y para ello es imprescindible hacerse la/s pregunta/s adecuada/s. No vaya a ser que acabemos buscando e, incluso, encontrando respuestas que, a la postre, no resuelven el quid de la cuestión.
Llevo toda una vida profesional proclamando (en el desierto) que uno de los problemas del deporte español es la existencia de las federaciones deportivas tal y como están concebidas en la mayor parte de los casos, en todos los niveles territoriales. Las claves de la proclama están pergeñadas en un viejo texto que pretendía dar respuesta a una pregunta, a mi juicio, sustancial para el deporte del Estado de las Autonomías: ¿para qué sirven las federaciones españolas?
La anterior es una pregunta clave para identificar los problemas endémicos que sufre el deporte español, los cuales son ignorados desde el comienzo del periodo democrático con la excusa de que no hay mejor síntoma de buena salud deportiva (sic) que los logros cosechados por los y las deportistas en los foros internacionales. Sin embargo, como se concluye en el texto antes citado, “me temo que estamos como al comienzo de la transición política, como al inaugurarse el régimen del 78, como siempre: hay tantas cosas pendientes de arreglar que son más importantes que el deporte que nunca les llegará el momento a las federaciones españolas”.
Así las cosas, la selección española de fútbol -la de Jenni Hermoso- gana el campeonato del mundo, y el bochornoso comportamiento del ínclito Rubiales coloca en primer plano de la actualidad social y mediática a la RFEF. Pero no lo hace porque se tome conciencia de que esta entidad tiene un rol que no se corresponde con el tiempo histórico en que vivimos (la prueba es cómo se está planteando el futuro de la RFEF después de Rubiales), sino porque hay un problema que, en la era del Me Too, no se puede seguir escondiendo debajo de la alfombra: el machismo que impregna las estructuras del deporte y del fútbol en particular.
Una clave de los asuntos fuboleros es que todo suele acabar dependiendo de si entra o no la pelotita: si se ganan partidos, todo el mundo acaba siendo bueno. Y, por el momento, más allá de los asuntos penales que se dilucidan en los tribunales, los equipos de la RFEF, es decir, las selecciones españolas, van superado con éxito sus ultimas comparecencias. Además, la pelotita también ha entrado en el fútbol que paralelamente se juega en los despachos: la FIFA ha concedido a un pelotón de países, entre ellos a España, la organización del mundial de 2030.
La noticia ha causado alborozo entre mandatarios de los países organizadores. Así, por ejemplo, según informa Juan Carlos Sanz (EL PAÍS, 4/10/2023), Mohamed VI, rey de Marruecos, ha declarado que “Esta decisión reconoce el lugar de Marruecos en el concierto de las grandes naciones” (sic) y el ministro español del deporte, Miquel Iceta, ha reclamado (ONDA CERO, 5/10/2013) que se encargue de inmediato el diseño de una mascota para el evento, que emule el éxito de la olímpica Cobi de Javier Mariscal. Nadie diría que quienes han recibido el encargo de organizar el mundial no son los Estados, sino las federaciones de fútbol de esos países. Reflexionar sobre esta situación, aparentemente equívoca, es clave para buscar una solución adecuada para la organización del fútbol español. Y para ello nada mejor que plantearse una pregunta fundamental: ¿para qué sirve la RFEF?
Tal y como se señala en el viejo texto antes citado, puede decirse, en términos coloquiales, que “las federaciones españolas sirven básicamente para dos cosas: para gestionar las selecciones españolas y para molestar”. En lo que respecta a la gestión de las selecciones, más allá de que ganen o pierdan partidos, es un asunto en el que la RFEF viene dando un patinazo tras otro; cómo molesta la RFEF (y, por lo general, el resto de las federaciones españolas) también está explicado en el viejo texto. En el caso de la federación de fútbol se podría añadir que, en este momento, también debería servir para organizar el mundial de 2030, aunque es evidente que la FIFA se fía más de la implicación de los Estados de los países organizadores que de las propias federaciones; de otra forma no se explicaría que se lo acabaran de conceder a la maltrecha y desprestigiada RFEF.
El obsoleto modelo deportivo sobre el que está construida la RFEF y su reiteradamente demostrado funcionamiento propicio al nepotismo y la corrupción no son buenas referencias ni para seguir gestionando selecciones ni para organizar un mundial. Y no es de recibo que la RFEF siga molestando la articulación del deporte que corresponde a la distribución territorial de poder político y competencias deportivas vigente en el Estado español.
La solución no puede quedar pendiente de que cada cierto tiempo tenga lugar un nuevo escándalo en el fútbol español y esperando que, en alguna ocasión, por casualidad, se acabe produciendo una conjunción astral que resuelva el problema de fondo. Sin embargo, me temo que pronto el único debate de largo alcance en el fútbol federativo español será en qué ciudad y, en su caso, en qué estadio se va a jugar la final del campeonato mundial de 2030. Y también, por supuesto, si gusta o no la mascota de Iceta.