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Sobre goles y manosenero 2024

Uno de los goles más famosos de la historia del fútbol fue marcado con la mano. Y no se trataba de una mano cualquiera, sino la de Diego Armando Maradona. Fue en los cuartos de final de la Copa Mundial de Fútbol de 1986. Argentina, que acabaría ganado el mundial, eliminó en cuartos a Inglaterra por dos goles a cero. Según Maradona, la que marcó el gol fue “La Mano de Dios” (sic). El Pelusa marcó también el segundo y definitivo gol del partido; en esta ocasión, con el pie, tras una maravillosa jugada; pasó a la historia como “el gol del siglo”. El árbitro no tuvo problema alguno para dar por bueno este segundo gol, pero las protestas de los ingleses le hicieron dudar en el primero. En aquel tiempo no había VAR y el único recurso que tenía el trencilla para resolver sus dudas era consultar con el linier. Pero tampoco este fue capaz de descubrir el truco que había utilizado para hacer magia tramposa con su mano aquel que indiscutiblemente era un mago con el balón en los pies.


Desde aquellos goles de Maradona han pasado muchas cosas en el fútbol. Una de ellas es que ya nadie sabe -ni futbolistas, ni árbitros, ni espectadores- qué es sancionable como mano y qué no lo es. En particular, con y sin VAR, más allá de las circunstancias del juego que pueden influir en que la mano sea o no penalizada, no resulta nada fácil distinguir donde empieza la parte del brazo que, en caso de entrar en contacto con el balón, es susceptible de ser considerada infracción.

En efecto, tras el polémico gol marcado por Vinicius Júnior en el reciente partido de liga entre el Real Madrid y el Almería, la prensa deportiva ha difundido la imagen confeccionada en su momento por el International Football Association Board (el ilustre senado del fútbol conformado por los británicos y la FIFA), para establecer, supuestamente de forma indubitada, cuál es y cuál no es la parte del cuerpo susceptible de considerarse mano (la que aquí se recoge fue publicada en MARCA, el 21 de enero de 2024).

Para interpretar la imagen del IFAB, hay elementos que hay que valorar y que, me temo, los árbitros que juzgaron la citada jugada y concedieron el gol del Madrid no tuvieron en cuenta. En primer lugar, que basta con que una parte mínima de la superficie del brazo considerada como mano futbolera (en rojo en la imagen) toque el balón; por ejemplo, si un jugador que no sea el portero roza voluntariamente el balón con la punta de los dedos, no cabe duda de que se trata de una mano sancionable. Por tanto, igualmente debería ser sancionable si el balón fuera tocado por una parte mínima del otro extremo de la mano futbolera, la más próxima al hombro.

En segundo lugar, que el balón no es una esfera ideal que, en los diferentes lances del juego, impacta en un solo punto “geométrico” (teóricamente, sin dimensiones) contra superficies perfectamente planas y rígidas. El balón reglamentado por el IFAB debe tener, al principio del partido, una circunferencia de entre 68-70 cm, un peso entre 410-450 g y una presión entre 600-1100 g/cm²; y se da por sentado que los sucesivos impactos van a ir modificando estas características. El balón es, por tanto, un “móvil” que se deforma en cada choque, de manera que la superficie “real” de contacto es imposible de determinar a simple vista. Sobre todo si impacta con un elemento “no plano”, como el formado, sin discontinuidades, por el hombro y la mano futbolera, que, además, tiene unas características diferentes según la morfología de cada jugador (o jugadora).

Incluso desde la hipótesis de que todos los árbitros son siempre imparciales y actúan con un nivel de profesionalidad acorde con lo que cobran, arbitrar siempre es difícil. Sobre todo, porque cualquier decisión debe tomarse al ritmo que exige el espectáculo, donde hasta los parones por el uso del VAR son criticados por los más impacientes. Por otro lado, en el tiempo de la inteligencia artificial, nadie debería poner en duda que el arbitraje del fútbol del futuro pasa por la utilización profusa de la tecnología. Pero, mientras tanto, hay cuestiones elementales que deberían estar resueltas de antemano y por consenso.

Un caso concreto sobre el que debería existir ese consenso es el de la polémica jugada antes citada. En efecto, haciendo el movimiento típico de una zamorana (que es el que hizo el jugador del Madrid), aunque el impacto con el balón sea, sobre todo, con el hombro, es altamente improbable que el esférico no tenga ningún tipo de contacto, siquiera mínimo, con la superficie que corresponde a la mano futbolera. En consecuencia, cualquier impacto voluntario con el balón realizado por un jugador (o jugadora) con esa parte del cuerpo y haciendo ese movimiento, debería ser considerado mano y sancionado como tal. Lo anterior, aunque Vini Jr. afirme que es así como metía goles en la playa de Copacabana. O sea: con la mano.

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