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La reforma del Estadio de Anoeta: certezas y dudasfebrero 2015

“Desde ese cariño a lo blanquiazul está escrito en este blog todo lo relativo a la Real, incluidas las críticas que, además, nunca van dirigidas al “ser” de la Real Sociedad -entendido en su sentido más filosófico- sino al “devenir” de la entidad como consecuencia de actitudes, decisiones, acciones o, también, ausencias u omisiones de todos/as y cada uno/a de quienes nos sentimos parte de la Real (sobre Mi Real Sociedad).

No me resulta fácil posicionarme ante la reforma del Estadio de Anoeta, y menos cuando mi postura no es incondicionalmente favorable a la intervención. No me resulta fácil, porque me siento de la Real. Al menos tanto como los que llevan tiempo trabajando para que se lleve a cabo la reforma del estadio, desde el convencimiento de que en ese proyecto se juega una parte importante del futuro de la entidad.

En este asunto -como en otros- lo que a uno le queda es ser fiel a sus convicciones y a su forma de ver las cosas. Y, con cariño hacia la Real Sociedad y con respeto hacia las personas que han tomado o vayan a tomar las decisiones, discrepar en aquello en lo que uno tiene sus propias certezas y plantear algunas dudas razonables.

Todo ello desde la presunción de que aquí todo el mundo actúa con honradez. Pero también con la experiencia de que, en las Historias de Anoeta y, en particular, en lo referente al estadio, no siempre se ha acertado. Y en el desacierto no todo el mundo es inocente, porque quienes toman decisiones están obligados no sólo a ser honrados, sino también a conocer en profundidad aquello sobre lo que deciden.

Y eso implica tener datos contrastados suficientes como para establecer hipótesis razonables sobre las consecuencias que van a tener sus decisiones. Y, al menos en casos como en el que nos ocupa, con un presupuesto inicial cercano a los 50 millones de euros, esas hipótesis tienen que estar cuantificadas: no vale con intuiciones y buenas intenciones.

Además, en una Sociedad Anónima Deportiva con miles de pequeños accionistas como es la Real Sociedad, esas hipótesis deben ser públicas, para que, después, se pueda valorar el grado de acierto y, por tanto, poder juzgar si eran o no razonables. En verdad, ésta es la única forma en que puede actuar quien toma decisiones, si pretende hacerlo con honradez y transparencia. Aunque luego resulte que estaba equivocado.


SOBRE LAS CERTEZAS

Dice el diccionario de la RAE que certeza es “Conocimiento seguro y claro de algo” o “Firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor de errar”. Quizá sea pretencioso tener siquiera un par de certezas sobre un asunto -el del Estadio de Anoeta- con una historia de claroscuros y un espinoso proyecto de futuro. Sin embargo, tras años de contemplar los errores que se han cometido y prever las consecuencias de los que se pueden cometer, uno está moralmente obligado a expresar razonadamente sus certezas y, por supuesto, a aceptar las críticas de quien discrepe de ellas.

Primera certeza: no hay razones deportivas para quitar las pistas de atletismo del estadio.

Las pistas nunca deberían haberse construido. Los argumentos que respaldan esta afirmación -y algunas otras que se hacen en este texto- están expuestos en ¿Campo de fútbol o estadio con pistas de atletismo?.

Desde hace años, la idea de quitar las pistas de atletismo ha sido recurrente y, al menos durante muchos de esos años, básicamente se ha sustentado en el supuesto perjuicio que las pistas causan al devenir deportivo de la Real Sociedad. En efecto, tanto los espectadores que han coreado ¡quita la pistas! como quienes lo han planteado en otros ámbitos han argumentado reiteradamente que la Real sufría un permanente perjuicio deportivo por tener el terreno de juego demasiado alejado de las gradas, porque, al parecer, dificulta que el público pueda animar adecuadamente a sus jugadores y, así mismo, limita la capacidad de influir sobre el equipo contrario o sobre los árbitros.

Sin embargo, hay dos aspectos de la historia de la Real Sociedad que, a mi juicio, dejan radicalmente sin sentido el alegar motivos deportivos para defender que quitar las pistas de atletismo sea trascendental para la Real.

En primer lugar, los perjuicios deportivos que las pistas de atletismo podían causar a la Real eran sobradamente conocidos por todos -incluida la propia Real Sociedad- cuando se toma la decisión de hacer un estadio y no un campo de fútbol propiamente dicho. Alguno de los que abogó por la alternativa del estadio podría alegar como excusa que desconocía el escasísimo uso que las pistas iban a tener en el futuro, pero nadie que estuviera en aquel momento en el entorno de la Real Sociedad puede alegar desconocimiento sobre la incidencia que iban a tener en el desarrollo de los partidos. Entre otras razones porque no era el primer campo de fútbol construido con pistas de atletismo alrededor y, por tanto, era posible establecer comparaciones y sacar conclusiones.

Por tanto, no es discutible que, en aquel momento, la Real Sociedad aceptó las consecuencias del actual diseño de “su” terreno de juego, pistas incluidas. Además, no debe olvidarse que la práctica totalidad del entorno realista recibió con gran satisfacción el nuevo  campo de fútbol de la Real, es decir, el Estadio de Anoeta, de cuyo diseño se hicieron, por otra parte, grandes elogios.

En segundo lugar, hay datos empíricos incuestionables que conviene tener en cuenta: jugando en Anoeta, la Real Sociedad ha sido subcampeona de Liga, ha jugado la Champions League y la UEFA League, ha descendido a Segunda División y ha vuelto a ascender a Primera División. A la vista de esta trayectoria deportiva, ¿se puede afirmar con argumentos razonables que la existencia de las pistas de atletismo ha influido de forma decisiva en la historia reciente de la Real?

La conclusión, a mi juicio, es meridiana: posiblemente, la Real Sociedad no debería haber aceptado que se construyera un campo de fútbol con la injustificada servidumbre de las pistas de atletismo; pero, una vez dado por bueno su actual diseño -incluso como un mal menor que resolvía la imperiosa necesidad de salir del viejo campo de Atotxa-, no pueden invocarse motivos deportivos para quitar las pistas, ni mucho menos alegar que, en el momento de aceptarlo como nuevo campo, se desconocían las supuestas consecuencias deportivas negativas del actual diseño del estadio.

Segunda certeza: la Real Sociedad debe ser propietaria de Anoeta.

En mi opinión, la Real Sociedad no debe abandonar, en ningún momento, el objetivo de ser propietaria del campo de fútbol en el que compite su primer equipo. Por tanto, desechada hace mucho tiempo la idea de que ese campo pudiera estar en Zubieta y ante la ausencia de otra alternativa posible y mejor, la Real Sociedad no debe renunciar a ser propietaria del Estadio de Anoeta, sea cual sea su diseño actual o futuro.

Está fuera de cualquier discusión que sería beneficioso para la Real Sociedad ser propietaria de su propio campo de fútbol, ya que le permitiría no depender, ni ahora ni en el futuro, de las opiniones de ninguna otra instancia para establecer un plan integral de gestión de la instalación a medio y largo plazo, incluida la supresión -en este momento o en otro- de las pistas de atletismo y el consiguiente aumento del aforo.

Por otro lado, contar con el campo como parte de su patrimonio pondría remedio a la amenaza que se ha cernido en más de una ocasión sobre la entidad desde que se convirtió en Sociedad Anónima Deportiva, por la dificultad para mantener en el balance contable de la entidad unos “fondos propios” suficientes (sin entrar en disquisiciones contables, se trata de un indicador de la solvencia de la entidad, cuya negativa situación llevó a la Real a tener que solicitar la aplicación de la Ley Concursal).

Para que la Real Sociedad acceda a ser propietaria del Estadio de Anoeta, se tienen que dar simultáneamente dos condiciones: la primera, que la Real Sociedad quiera ser propietaria del estadio y, además, tenga el dinero para comprarlo; la segunda, que el actual propietario del estadio, el Ayuntamiento de Donostia, quiera y pueda venderlo.

En este momento, no parece que el problema sea el dinero. La Real Sociedad parece decidida a gastarse muchos millones en remodelar un estadio que no es suyo, cuando es de toda lógica que una opción mejor sería emplear ese dinero -o, mejor, una parte del mismo- en pasar a ser propietaria de “su” propio campo. Hay que subrayar que el dinero de la compra permanecería como “fondos propios”, ya que habría sido destinado a aumentar el patrimonio de la entidad (es decir, a incrementar su “activo”), en tanto que, si el dinero se gasta en la remodelación, difícilmente podría tener una consideración contable acorde a los objetivos de estabilidad económica a largo plazo de la entidad.

En todo caso, llama poderosamente la atención que, en este momento en que la Real Sociedad dispone de dinero suficiente como para poder hacer frente a la operación de compra del estadio, no se haya proclamado de forma fehaciente la voluntad inequívoca de la entidad de querer pasar a ser propietaria de “su” campo.

Esto lleva a preguntarse si lo que realmente ocurre es que la Real Sociedad no quiere comprar el estadio -lo cual seria un gravísimo error histórico- o si el problema radica en que el Ayuntamiento de Donostia no lo quiere vender. Y lo mismo que no alcanzo a comprender ninguna razón por la que la Real no quiera comprar el estadio, tampoco se me ocurre ningún motivo razonable para que el Ayuntamiento no quiera venderlo.

En primer lugar, hay que subrayar que el estadio-campo de fútbol fue construido por y para la Real Sociedad (y el que diga lo contrario miente como un bellaco). Además, salvo a los que vamos a ver los partidos de la Real, el estadio no ofrece a la ciudadanía donostiarra ningún servicio o, al menos, ninguno que no tendría una alternativa igual o mejor en caso de que la Real fuera la propietaria del estadio (como es el caso de la celebración de partidos de rugby de alto nivel o de macroconciertos).

Y me reafirmo en que no se me ocurre ningún motivo razonable para que el Ayuntamiento de Donostia no quiera vender el estadio, aunque corren rumores de que, incomprensiblemente, ningún grupo político de la actual corporación municipal estaría a favor de vender el estadio a la Real. Al respecto, lo único que se me ocurre es que los citados grupos políticos tengan la equivocada convicción de que el Ayuntamiento no puede vender el estadio.

El asunto es que, a día de hoy, el Estadio de Anoeta es un bien de dominio público y, por tanto, salvo que se decida que deje de serlo, no puede ser vendido. La cuestión clave es si el Estadio de Anoeta es para la ciudad de San Sebastián y para su ciudadanía comparable a otros bienes que tienen esa consideración (como, por ejemplo, la Isla de Santa Clara o el Museo de San Telmo) o si es un bien que no sólo no es comparable a esos otros, sino que el Ayuntamiento haría bien en venderlo, a un precio razonable, a la Real Sociedad (que, por cierto, no es una entidad privada cualquiera, sino la más importante del deporte donostiarra y guipuzcoano y una de las empresas que más aporta al PIB de Gipuzkoa).

Por tanto, si quiere hacerlo, el Ayuntamiento de Donostia puede vender el Estadio de Anoeta a la Real Sociedad. Obviamente, el trámite de la operación puede ser complejo, aunque, visto lo visto, es difícil que sea más complicado que el que se viene realizando para remodelar el estadio.

Además, como responsable del urbanismo municipal, el Ayuntamiento siempre va a tener la sartén por el mango para impedir que el Estadio de Anoeta tenga otro destino que ser el campo de la Real, que es para lo que fue construido.

Hay que recalcar que, si se realizaran las obras de remodelación del estadio que están previstas, los millones que aporte la Real quedarán sepultados en una instalación que es patrimonio municipal. Por el contrario, si la Real Sociedad compra el estadio, el dinero que pague por hacerse con la titularidad de “su” campo pasaría a las arcas del Ayuntamiento (que podría realizar con ese dinero muchas otras cosas más beneficiosas para las y los donostiarras que tener un estadio para que juegue la Real). Mientras, como queda dicho, la Real Sociedad aumentaría de forma sustancial su patrimonio y, por tanto, la garantía de tener “fondos propios” suficientes.

SOBRE LAS DUDAS

Entre las acepciones que la RAE ofrece para duda, me quedo con “Cuestión que se propone para ventilarla o resolverla”. Este es -y no otro- el objetivo de plantear las dudas razonables que a uno le surgen sobre la remodelación del Estadio de Anoeta. Y dadas las obvias interconexiones entre ellas, planteo conjuntamente dos dudas, para que sean ventiladas o resueltas por quien corresponda.

Dos dudas: ¿Cuáles son los motivos para remodelar el Estadio de Anoeta? ¿Es económicamente rentable para la Real Sociedad realizar aquí y ahora esa remodelación?

Descartado el argumento deportivo (que, además, ya no es esgrimido por los gestores de la Real), debe descartarse, así mismo, que quitar las pistas sea un factor sustancial para mejorar la calidad del espectáculo que se ofrece a los aficionados o, al menos, que esa mejora merezca gastarse la millonada que cuesta la remodelación del estadio.

No cabe duda que ver un partido en un campo de fútbol diseñado específicamente para ello tiene un atractivo mayor que verlo en el actual Estadio de Anoeta. No tanto por la distancia desde las gradas al césped, sino por el ambiente que se genera (como, por ejemplo, ocurría en Atotxa). Sin embargo, los datos de asistencia a los partidos de la Real ofrecen evidencias de que hay otros factores que hacen que aumente o disminuya el atractivo para los espectadores en mucha mayor medida que el diseño del campo; por ejemplo, la clasificación del propio equipo, la entidad del rival o el horario de los partidos.

La conclusión, por tanto, es que el factor clave para remodelar el estadio es el económico (tal y como es proclamado por los actuales rectores de la entidad), que está directamente vinculado al aumento del actual aforo en unos 10.000 espectadores y a sus posibles derivadas -todavía bastante inciertas- relacionadas con el futuro reparto de los ingresos que se obtengan por la venta de los derechos de retransmisión de los partidos a las operadoras de televisión (que, dados los descabellados horarios que imponen, no parece que estén en la línea de favorecer el incremento de asistentes a los campos de fútbol).

Sin embargo, al margen de la ya expuesta certeza de que la compra del Estadio de Anoeta sería -incluso desde un punto de vista estrictamente económico- una mejor opción para la Real Sociedad, la operación económica vinculada a la remodelación del estadio ofrece, a mi juicio, notables dudas.

Si el objetivo de la remodelación del estadio es económico, el punto de partida del proyecto no puede ser otro que una cuantificación rigurosa del aumento de ingresos (ya sea directamente por el aumento de aforo, por sus posibles derivadas televisivas o por otras vías de negocio) que espera obtener la Real Sociedad, en el plazo de tiempo que se considere como periodo de amortización de la inversión a realizar para la remodelación.

Por tanto, si el proyecto quiere ser transparente, hace tiempo que debería estar sobre la mesa la estimación del intervalo formado por el aumento mínimo y el idóneo de los ingresos que se pretende recaudar durante dicho periodo de amortización. Dado que es difícil fijar con detalle las cuantías de tales incrementos, parece lógico establecer un intervalo entre lo que se estima que, como mínimo, van a aumentar los ingresos y lo que se puede llegar a recaudar, si se dan las condiciones idóneas.

Pero, en cualquier caso, la fijación explícita de una hipótesis sobre ese intervalo y, en particular, sobre el incremento mínimo de ingresos que deben conseguirse con la inversión que se realice para que ésta pueda ser considerada rentable es sustancial para que la operación económica no sea un juego de azar, basado en simples intuiciones y no en evidencias.

Lo curioso del caso -y el origen principal de las dudas- es que, mientras que lo que está previsto gastar para remodelar el estadio está cuantificado y publicado (cerca de 50 millones de euros), no hay ninguna constancia de las previsiones sobre el aumento de ingresos que la remodelación supondría para la Real Sociedad

Si la Real Sociedad no tiene hecho un detallado cálculo de las previsiones de incremento de ingresos, el asunto sería de una gravedad extrema: no se puede gastar el dinero de la entidad sin tener cuantificado, con todo detalle, el por qué y el para qué de la inversión a realizar, sobre todo si ésta es de decenas de millones de euros. Y si, como es deseable, la Real Sociedad tiene hechos esos cálculos, ¿qué espera para hacerlos públicos?

Las hipótesis sobre el incremento de ingresos previstos como consecuencia de la remodelación del estadio deben estar claras. Si las previsiones de la operación garantizan una rentabilidad económica suficiente para la Real Sociedad, debería entenderse que la inversión es razonable (aunque la compra del estadio sea, a mi juicio, una mejor opción de futuro, porque la remodelación siempre se podría llevar a cabo posteriormente). En caso contrario, si las previsiones de aumento de ingresos no aseguran una adecuada rentabilidad o no se han cuantificado suficientemente y son meras especulaciones intuitivas, la operación no estaría justificada de ninguna manera.

En todo caso, si no se hace pública la previsión del incremento de ingresos, nunca se podrá comprobar si la operación ha estado bien planificada o si, por el contrario, se ha apostado a que previsiones no contrastadas resulten favorables a los intereses económicos de la Real Sociedad. Además, si no se hacen las cosas bien, y no se cuantifican y explican públicamente las hipótesis de rendimiento económico de la operación, siempre cabe la sospecha de que detrás de la remodelación del estadio pueda haber otros motivos u otros intereses. Aunque no los haya.

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