¡Oh deporte!  /  Mi Real Sociedad

La liga de la Real2011

2014

En mayo de 2011, cuando fue redactado este texto, faltaban pocas semanas para que la Real Sociedad certificara su retorno a primera división. El acontecimiento en ciernes era, sin duda, el mejor bálsamo para cerrar las recientes y graves heridas que estuvieron a punto de acabar con la entidad (aunque algunos incrédulos todavía se nieguen a admitirlo).

Al hilo de los acontecimientos deportivos se generó una euforia que, a mi juicio, era comprensible en los aficionados, pero que no lo era tanto en los que conscientemente la alentaban o, cuando menos, la consentían desde la consideración de que era lo que la Real necesitaba en ese momento.

Después de esperar a que acabara la liga y la Real estuviera definitivamente en primera, a las pocas personas a las que envié este texto, les manifestaba la “profunda discrepancia con el discurso «oficial» que se ha implantado en Gipuzkoa sobre el devenir de la Real, es decir, sobre la interpretación de qué es y dónde está la Real y qué debe ser y hacia dónde debe ir”. Les decía, así mismo, que la escritura del texto había tenido una función terapéutica y que, por razones que no vienen al caso, había decidido no hacerlo público en aquel momento.

En el momento de escribir estas líneas, casi tres años más tarde, con una Real Sociedad con una economía saneada y en el curso de una brillante temporada en lo deportivo, no veo ningún impedimento para que se conozca públicamente mi opinión sobre la liga que, en mi opinión, la Real va a tener que jugar en el futuro. Ojalá que quienes piensan que soy un pesimista estén en lo cierto y la Real permanezca mucho tiempo en la cresta de la ola. Les aseguro que estaría encantado de equivocarme.

P. S.: las afirmaciones que en el texto se atribuyen a D. Sandro Rosell fueron manifestadas por él en el transcurso de unas jornadas sobre el deporte profesional en las que estuve presente. En aquel momento el Sr. Rosell no era todavía presidente del Barça.



Hace unos años, en una conferencia sobre fútbol profesional, Sandro Rossel, actual presidente del Barça, afirmaba que la decisión estratégica fundamental de un club de fútbol profesional es establecer “qué selva quiere explorar”. Es decir, prefijar nítidamente cuáles son sus objetivos deportivos, los recursos económicos de que va a disponer, los rivales con los que tiene que competir y la vocación de la entidad como agente deportivo y social. Hay numerosas evidencias de que los clubes de fútbol profesional no se suelen plantear objetivos que estén por debajo de sus posibilidades reales de conseguirlos. La decisión habitual es, precisamente, la contraria: fijarse expectativas que están fuera de su alcance razonable. Sandro Rosell tenía y tiene claro que el objetivo del Barça es ser el mejor club de fútbol del mundo. La pregunta es ¿cuál es la selva que tiene que explorar la Real Sociedad?

La afición de la Real tiene memoria histórica de equipo campeón y de asiduo aspirante a competir en Europa. Aquí y ahora, no parece necesario entrar a evaluar en detalle los parámetros económicos y deportivos en los que se mueve el fútbol profesional para concluir que plantearse escenarios de ese calado sólo llevaría al entorno de la Real a un permanente estado de frustración. Además, si hay otro elemento clave en la historia de la Real es el pedigrí de equipo de cantera, que toma como referencia el orgullo y la sobriedad de la sociedad guipuzcoana para erigirse en principal referente de la modalidad deportiva mayoritaria practicada por niños, niñas y jóvenes. Y ser club de cantera, que es una seña de identidad irrenunciable de la Real, implica que sus objetivos deportivos deben acomodarse en cada momento a la capacidad de generar valores entre los talentos de Zubieta.

No obstante, para ir al meollo del asunto hay que poner sobre la mesa lo que ha sido el centro de debate del entorno blanquiazul en estos últimos años: el paso por la segunda división. Las proclamas del tipo “la Real es de primera” o “la Real ha vuelto a donde tiene que estar” o “la Real ha ascendido para quedase otros cuarenta años” son una bienintencionada manera de promover ilusión y de aumentar la autoestima de la afición realista, de acercar a Anoeta a las nuevas generaciones pero, sobre todo, una fórmula para alejar los miedos. Y, hasta ahí, es un discurso que debe ser bien recibido.

Sin embargo, las expectativas reales que ofrece la Liga de Fútbol Profesional son otras. Basta repasar las clasificaciones de la primera división cuando llega el momento culminante de cada temporada, cuando faltan seis u ocho partidos y está todo en juego, para comprobar que una gran mayoría de los equipos han estado en un riesgo medio-alto de descenso y que sólo pequeños matices de la alta competición (a menudo, un solo gol) han hecho que un club esté al año siguiente en primera o en segunda división. Además, la Liga y, en particular, el sistema de reparto de la tarta económica tienen un diseño perverso, en el que el espectáculo se basa en una primera división razonablemente bien alimentada y en una segunda división famélica que, además, tiene el riesgo de la escupidera hacia la segunda B, a la que ya han caído clubes que no hace tanto competían en el máximo nivel, incluso en competiciones europeas. El consiguiente pánico al descenso o el deseo irrefrenable de ascender por encima de todo está llevando a la ruina y a la corrupción deportiva a los clubes de fútbol profesional.

En este estado de cosas, la expectativa de la Real -como la de la gran mayoría de los clubes que están o han estado en la primera división- es verse envuelta, más temporadas que menos, en el riesgo real del descenso o, sencillamente, en el fatídico nuevo paso por la segunda división. Por ello, el entorno de la Real Sociedad no puede dejarse arrastrar por cantos de sirena, por muy bienintencionados que sean, y debe tener siempre muy presente cuál es el verdadero panorama del actual -y nefasto- modelo organizativo del fútbol profesional español.

Como consecuencia, la selva a explorar que de forma razonable e inevitable debe plantearse la Real Sociedad para un futuro a corto y medio plazo es la que forman los equipos de primera división cuyo objetivo es mantenerse y los equipo de segunda división cuyo objetivo es ascender. Por tanto, una hipótesis razonable de expectativa deportiva es que clasificarse por encima de los, por ejemplo, ocho últimos de la liga de primera división es un gran éxito que equivale a que la Real gane “su” liga (si es sin agobios de última hora, mejor que mejor). Y, algunas temporadas (cuantas menos mejor), aquellas en las que la Real esté en segunda división y que deberemos aceptar como una circunstancia lógica y normal, el objetivo será estar en el grupo de los que hasta final de temporada compitan por ascender y, a ser posible -y sin volverse locos por el camino- lograr, de nuevo y, si es necesario, una y otra vez, el ascenso a primera división.

Son muchos los realistas que piensan que este escenario de futuro es razonable, aunque muchos no se atreven a decirlo para no ser tachados de pesimistas, agoreros y poco “realistas”. Y también son muchos los que consideran que hablar de bajar a segunda división debe ser tabú: lo hacen por alejar sus miedos o porque creen que su compromiso con la Real les obliga a ser siempre optimistas y a vender ilusión a cualquier precio. Sin embargo, tener una idea clara -y decirlo públicamente- de qué somos y queremos ser, de dónde estamos y dónde vamos a estar, de lo que es posible y de lo que es razonable, en definitiva, de cuál es la verdadera liga en la que compite la Real es algo básico y fundamental para que la Real Sociedad sea un proyecto de futuro, estable, sin estridencias, generador de ilusiones comedidas y vinculado al devenir de Gipuzkoa. Y, en ningún caso, una fuente de frustración y de conflicto.

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