¡Oh deporte!  /  Pensando el deporte

Educación y deporte, o viceversaoctubre 2019

Hace unos años, un estudioso del fútbol visitaba las instalaciones de un conocido club del sur de la península. Mientras observaba el entrenamiento de la plantilla del equipo de primera división, se percató de que, en un espacio contiguo, también estaban entrenando los componentes del equipo juvenil. Era la mañana de un día laborable. Perplejo, preguntó por qué aquellos muchachos, en su gran mayoría menores de edad, no se encontraban en las aulas de alguna institución educativa, completando su formación académica. La respuesta fue rotunda: el que quiera estudiar (sic), que lo haga por la tarde. Han pasado unos cuantos años. Al parecer, las actitudes hacia el asunto no han ido a mejor.


Que las instancias de la administración pública que se ocupan de la educación y el deporte compartan ministerio o consejería es una buena alternativa para ambas materias. Para el deporte, la mejor. Porque hace más factible la adopción de medidas para que la educación física -entendida en sentido amplio y no como mera asignatura- sea un elemento clave en la formación de los y las menores de edad. Además, debe o debería servir para garantizar que la práctica del deporte en esas edades esté impregnada de los objetivos educativos imprescindibles en esa etapa formativa. Lo anterior, sin perjuicio de que se posibilite que aquellos/as que tengan especiales aptitudes y actitudes puedan seguir el itinerario adecuado para alcanzar los máximos logros deportivos. Eso sí, sin poner nunca en riesgo, ni en el corto ni en el largo plazo, su itinerario formativo y los logros académicos. Al respecto, sugiero la lectura de Los objetivos deportivos de l@s menores

Pero, al parecer, no todos somos de la misma opinión. Con fecha 1-10-2019, eldiario.es publica una frase del señor Imbroda, Consejero de Educación y Deportes de la Junta de Andalucía, del tenor literal siguiente: “que los estudios no sean un obstáculo para que nuestros deportistas puedan seguir mejorando, entrenando y compitiendo”. El señor Imbroda, en otra época admirado entrenador de baloncesto, reivindica la expectativa de un futuro (siempre incierto) como deportistas por delante del proceso educativo inmediato e imprescindible para el itinerario vital de esos y esas jóvenes menores de edad, que en algunos casos pueden no haber finalizado todavía el periodo de enseñanza obligatoria. 

Cabía la duda de que las palabras del señor Imbroda fueran solo unas declaraciones poco afortunadas o, en el mejor de los casos, sacadas de contexto. Para comprobarlo, nada mejor que consultar lo que al respecto dice en su web la Oficina de Comunicación de la Junta de Andalucía. La comprobación no deja lugar a dudas: la opción del señor Imbroda es poner el carro por delante de los bueyes; además, sin detenerse a profundizar previamente ni qué lleva el carro ni a dónde van los bueyes.

En efecto, según informa la citada oficina de comunicación, la consejería se ha dirigido a los centros de ESO y Bachillerato con el propósito de “facilitar al alumnado la conciliación entre la práctica de deporte de alto rendimiento y la formación académica”. Teniendo en cuenta que, repetidores/as aparte, quienes empiezan la ESO tienen como promedio 11,6 años y quienes la acaban, 15,5 años, la primera señal de alarma se enciende cuando se proclama, sin ningún reparo, que la práctica de un/a alumno/a de ESO puede ser considerada de ¡alto rendimiento! Por otro lado, a pesar de ser un dislate, habrá que aceptar que un deportista de Bachillerato puede ser considerado de alto rendimiento, habida cuenta de que, repetidores/as aparte, la edad media de quienes comienzan y acaban estos estudios es 15,6 años y 17,5 años respectivamente y que a partir de los 16 años pueden ser contratados/as laboralmente (y, por tanto, suscribir también contratos como deportistas profesionales). 

Educativa y deportivamente, lo razonable sería considerar que los/as deportistas destacados/as que cursan ESO (sobre todo) y Bachillerato están siguiendo un itinerario de deporte de rendimiento, que puede acabar o no en el alto rendimiento. Y, por tanto, en esas edades no se debería dar prioridad a los logros deportivos, sino buscar la mejor forma de compatibilizar adecuadamente los objetivos deportivos con los educativos.

Y si el señor Imbroda tiene el loable propósito de conciliar los estudios con el rendimiento deportivo (o, excepcionalmente, incluso con el alto rendimiento), antes que hablar de, por ejemplo, faltas justificadas o adaptación de fechas de exámenes como hace la circular enviada por su consejería a los centros escolares, ¿no habría que empezar revisando en profundidad por qué las entidades que organizan el deporte en esas edades -según indica la citada circular, las federaciones españolas y andaluzas- programan competiciones, concentraciones o actividades de tecnificación fuera de los fines de semana y de los periodos de vacaciones escolares

¿Sabe usted, señor Imbroda, porqué actúan de esa forma las entidades citadas por su consejería, la mayor parte del resto de federaciones del Estado español y muchas internacionales? Lo hacen, en primer lugar, porque a esas federaciones (y también a muchos clubes) el itinerario educativo de los/as deportistas les importa mucho menos que mantener su tinglado; y, en segundo lugar, porque políticos que deberían poner las cosas en su sitio, les permiten hacerlo. Y algunos, como usted, incluso les dan incentivos para seguir haciéndolo.

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