¡Oh deporte!  /  Pensando el deporte

Selecciones vascas1993

2014

Esta proclama fue hecha con plena consciencia de ir contra corriente de lo que es considerado políticamente correcto entre los que estamos a favor de que se reconozca que Euskadi o Euskal Herria tiene derecho a tener selecciones nacionales como las de cualquier otro país, es decir, igual de buenas -algunas- o de inadecuadas -otras- como las de cualquier otro país.

Este derecho irrenunciable no debe impedir que se discuta el por qué y el para qué de las selecciones. También de las vascas. Y que, así mismo -como se hace en el artículo que fue publicado en prensa- se cuestione la excesiva relevancia política que se concede en ocasiones a este tema -sólo hay que ver las alineaciones que provoca- en comparación con la que se da a otros problemas del país (es decir, a problemas de personas que viven en este país).

Aun admitiendo que la reivindicación de las selecciones nacionales vascas tiene un simbolismo especial, hay otros asuntos de índole deportiva que tienen, a mi juicio, una importancia estructural superior y cuya resolución está exclusivamente en manos de instancias vascas. Este es el caso del marco vasco de competición, al que debe darse otro alcance del que, en general, ha tenido hasta el momento. Y esto no es una cuestión de estética como lo de las camisetas.


El deporte mueve pasiones. La no-transferencia de algunas competencias autonómicas incluidas en el Estatuto de Gernika pueden ser objeto de eternas negociaciones de "matiz"; los tripartitos se pactan por encima de diferencias ideológicas "insuperables"; la mesa de Ajuria-Enea consensúa estrategias de interpretación "variada". Pero ¡ay cuando llega el deporte! Las más prudentes posiciones políticas pueden saltar por los aires cuando lo que se trata es de decidir de qué equipo es cada uno, o sea, qué selección es la de cada cual. Y esto no es negociable; no señor@s. En este tema nadie se anda con ambigüedades. Y si en la "alineación" parlamentaria tiene que entrar Herri Batasuna, que entre, que para eso están las grandes ocasiones.

Y ya tenemos a los dos contendientes: por un lado, UA, PP y PSE-PSOE defendiendo a ultranza a las selecciones españolas como representantes únicas de España en competiciones oficiales (es decir, las importantes), y relegando a las selecciones vascas al deporte-de-amigos; por otro lado, PNV, EA, IU y, el fichaje estrella, HB defendiendo de nuevo (porque la polémica es muy vieja) la presencia de las selecciones vascas donde mejor les plazca.

Sin duda, el deporte de alto nivel se ha convertido en uno de los baremos para medir la relevancia de un país en el concierto internacional. Es una referencia de dudosa validez. Es cierto que la práctica deportiva generalizada acompaña a un mayor nivel de vida y que, además, los países de alto desarrollo económico conceden, por lo general, un lugar preeminente en su vida social al deporte de alto nivel. Pero no es menos cierto que hay países que han alcanzado notables cotas deportivas cultivando una élite minoritaria, muy poco representativa de una ciudadanía con grandes carencias y necesidades más elementales que el deporte de alto nivel. Incluso es conocida la utilización de los éxitos deportivos para dar a l@s ciudadan@s satisfacciones que encubran sus déficits.

En el deporte internacional protagonizado por las dichosas selecciones nacionales/estatales (al menos en las modalidades por las que se interesa mucha gente, aunque no sea muy entendida ni aficionada al deporte), no se pretende dar una referencia de la calidad de vida del país. No nos engañemos: lo que allí se suele poner en juego es una especie de honor patrio, cuya explicación no hay que buscarla en la sana y deportiva intención de participar, como dicen los ideales olímpicos. Lo que se trata es de presumir; y puestos a ello, si conseguimos vencer e incluso humillar al vecino, a ese al que, no se sabe por qué, tenemos manía ancestral, mejor que mejor.

A mí las pasiones por las selecciones nacionales me parten el corazón. La primera pasión que me lo parte es la de los políticos del primer equipo, es decir, PP, UA y PSE-PSOE, que se empeñan en buscar y rebuscar argumentos de índole deportiva o, peor todavía, de racionalidad política para defender la supremacía de las selecciones españolas. Deberían limitarse a decir, simplemente, que ese equipo es el suyo. Es un argumento que todo el mundo entiende. Lo de los colores deportivos va más ligado al subconsciente que a la pretendida lógica política. Admítanlo, y punto.

La segunda pasión que me rompe el corazón es la de los parlamentarios vestidos con la camiseta de la selección vasca para la foto mediática. Reconozco que es una cuestión de estética: siempre me ha parecido una horterada disfrazarse de "bandera nacional", cualquiera que sea la forma, estilo o bandera. Y no se entienda en mi opción estética, ni mucho menos, oposición alguna a las selecciones vascas. Su derecho a existir me parece legítimo e, incluso, irrenunciable.

En todo caso, permítaseme una opinión contracorriente: la opción deportiva de las selecciones nacionales (de todas las naciones) me parece muy discutible. Es más, las selecciones que mueven más pasiones, es decir, las formadas por deportistas profesionales que compiten en los grandes acontecimientos deportivos me parecen, sencillamente, anacrónicas.

En mi opinión, el deporte de rendimiento y su máximo exponente, el deporte de alto nivel, deben tener, en una sociedad moderna y desarrollada, su sitio bajo el sol. No obstante, en un sistema deportivo socialmente sano, el núcleo de desarrollo de l@s deportistas debe ser el club deportivo, y sólo eventualmente esas selecciones donde algún@s muy buen@s deportistas puedan dar de sí todo su potencial. Hasta aquí, bienvenidas sean las selecciones. Y, por supuesto, las selecciones vascas, si es ese el ámbito de elección para l@s deportistas vasc@s y el cauce natural en que desembocan los clubs deportivos donde es@s deportistas deben formarse y crecer.

Ahora bien, cuando traspasamos ciertas fronteras del deporte; cuando el deporte se convierte en espectáculo deportivo; cuando los protagonistas son profesionales; cuando los que pagan a esos deportistas son clubs profesionales o sociedades anónimas; cuando las selecciones no sirven para conseguir un mejor desarrollo deportivo de los deportistas; cuando, a menudo, esas selecciones van en contra de los intereses de los clubs y de los propios deportistas, obligados a acudir a ellas bajo amenaza de impedirles seguir ejerciendo su profesión; cuando las selecciones sirven sobre todo para que algún@s (por lo general, no deportistas) presuman; en ese caso, las selecciones (todas; también las vascas) me parecen una mala opción deportiva.

¿Alguien quiere mejores selecciones "profesionales" que las de la Real Sociedad, el Bidasoa, el Basconia, el Athletic o el San Antonio para representarnos? ¿Alguien piensa que pueden canalizarse mejor en Euskadi los recurso económicos (incluso los institucionales) destinados al deporte de alto rendimiento profesional que colaborando con estos clubs o con otros, para que alcancen el nivel de estos? Bienvenidas sean las selecciones vascas; y muy bienvenidas para algunas modalidades deportivas. Pero, en mi opinión, las pasiones del deporte profesional ya están cubiertas (aunque con un poco más de ayuda, como en el caso del Bidasoa y de otros clubs, podrían estarlo mejor) por los clubs vascos. Mira por donde, lo de ponerse una camiseta de estos clubs, con o sin foto, no me parece tan horterada. Es cosa de estética.

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