Crónicas de un hombre serio  /  Anecdotario

Mi primer luisvijunio 2021

Atónito me he quedado cuando he escuchado el sucedido. Lo han contado en el programa de radio que tenía sintonizado como runrún de fondo del desayuno. Se trata de un vídeo que una señora ha colgado en una red social, donde la gente exhibe las chuminadas que va haciendo durante el día, para que todo el mundo pueda contemplarlas. Lo que vulgarmente se llama hacer el chorra con ventanas a la calle.


La autora del video es una madre contentísima de lo buena estudiante que es su hija y el leitmotiv de la historia, el regalo sorpresa que la primera le ha hecho a la segunda tras haber sido informada por esta de que la “sele” le ha salido superbién. (No me he enterado de qué iba el logro académico de la interfecta hasta que han aclarado que se trataba de la antes conocida como “selectividad”, o sea, lo que ahora se denomina EBAU, acrónimo cuyo significado solo conocen quienes tienen vástagos en edad de irse de Erasmus en cuanto remita la pandemia.) 

Tras un preámbulo de serial radiofónico de mediados del siglo XX, la madre amantísima comunica a la hija que le ha enviado una foto del regalo a través de otra red social. Teléfono en ristre, la niña busca la imagen, e inmediatamente comienza a hacer pucheros. La progenitora, con mirada entusiasta y cómplice, anima a su criatura a dejarse de hipos y a articular alguna frase inteligible para poder completar el vídeo aprovechando el momento-mechero (o, en plan más tecnológico y postabaco, el momento-linterna-del-móvil). Por fin, sin poder contener las lágrimas, la niña exclama: “¡mi primer luisvi!”. 

Según cuenta el de la radio, en ese momento aparece en el vídeo la imagen del regalito. Y para dar a la historia suspense radiofónico y estimular la imaginación del oyente, el susodicho relator se lanza a hacer alusiones de despiste sobre el término luisvi incluido por la jovencita en su exclamación (entre ellas -¡toma estímulo!- hasta hace referencia a cierto Borbón, antepasado del Rey actual y, obviamente, también del emérito). Finalmente, decidido a acabar con el suspense, da la pista supuestamente definitiva: el regalo que aparece en la imagen del vídeo es ni más ni menos que un bolso. 

Les juro que ni por esas conseguía desentrañar el enigma. Perplejo, y con la sensación de seguir en estado onírico, he tenido que esperar al siguiente comodín. Y todavía después de que he conseguido entender que la criatura había llamado luisvi al bolso por tratarse de un ejemplar de la marca Louis Vuitton, he tardado un tiempo en comprender el alcance de añadir “mi primer…” a la cariñosa y familiar denominación del bolso. Solo cuando el de la radio ha dicho que el zurrón podía costar unos 3000 mortadelos me he percatado del simbolismo iniciático que el regalito tenía para la hija de su madre.

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