“En una enumeración de los grandes temas de nuestro tiempo no podría faltar el deporte. [...] No porque haya de situarse entre los quehaceres más importantes del hombre, sino porque verdaderamente es uno de los sucesos representativos de nuestra época”.

José M. Cagigal; ¡Oh deporte! (Anatomía de un gigante); Miñón, 1981

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Oferta y demanda en el deporte femeninomarzo 2024

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, suele ser una fecha en la que los medios de comunicación llaman la atención sobre situaciones de desigualdad que siguen existiendo en diferentes ámbitos de la sociedad. Uno de esos ámbitos es el deporte. Y al hilo de las narraciones de los recorridos seguidos por mujeres deportistas que han alcanzado cierto nivel de logro deportivo, vuelve a ponerse en evidencia uno de los factores que inciden en la desigualdad que existe en el deporte: la falta de oferta adecuada y suficiente para que las niñas y las jóvenes puedan seguir el itinerario deportivo que mejor se adecúe a sus capacidades y preferencias.


Es una realidad empírica que en el deporte la oferta va casi siempre por delante de la demanda. En efecto, en la mayor parte de los casos, la existencia previa de un agente social que, con o sin afán de lucro, ofrece la posibilidad de practicar deporte está en el origen de que las niñas y las jóvenes se decidan a hacerlo. No es algo que ocurra exclusivamente en el deporte femenino, pero, en general, la oferta para que los niños y los jóvenes puedan practicar deporte es sensiblemente mayor que la que se ofrece a las féminas.

Sobre todo en edades en que la práctica deportiva se debería encaminar hacia los clubes deportivos (que, a partir de cierta edad -y no antes-, deben ser las infraestructuras sociales deportivas por excelencia) y en modalidades históricamente practicadas en exclusiva o mayoritariamente por varones (es decir, en casi todas), es una realidad que no se ofrecen las mismas oportunidades de hacer deporte a las niñas y las jóvenes que a sus coetáneos varones.

Detrás de esta discriminación en la oferta deportiva están, en gran medida, las políticas deportivas de las administraciones públicas con competencias en el deporte (o la carencia de ellas). Administraciones que, además de tener capacidad de propiciar nuevas normativas que regulen el deporte, en calidad de titulares de buena parte de los equipamientos deportivos y de ser instituciones que aportan recursos para financiar el deporte, tienen sobrado poder de mercado para intervenir en la oferta y la demanda de servicios deportivos.

En conclusión: para celebrar el Día Internacional de la Mujer, las administraciones públicas del deporte deberían dejarse de mandangas y obligar -sí, obligar- a las entidades que ofertan deporte a hacerlo, en condiciones similares, a todas las personas de edades tempranas, cualesquiera que sean su sexo o género y sus aptitudes deportivas. En el tiempo en que vivimos también tiene que haber igualdad en el deporte, en este caso en términos de igualdad de oferta.

Quedaría pendiente de resolver el problema de la demanda y, en particular, el de las barreras económicas que dificultan el acceso al deporte. Para abordar este asunto nada mejor que retomar el concepto de Actividades Deportivas Básicas. Esta también es una asignatura pendiente de las administraciones públicas del deporte.

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