¡Oh deporte!  /  Historias de Anoeta

La posreforma de Anoetamarzo 2017

Como accionista que soy de la Real Sociedad, he sido un asiduo asistente a la Junta General de Accionistas. Y no se me han olvidado las bochornosas asambleas que, entre unos y otras, montamos hace pocos años. Más de una, de dos y de tres. Suficientes como para que nos dé vergüenza acordarnos.

Hace un tiempo, con las aguas ya amansadas -por el momento-, pero sin que se hayan resuelto algunos aspectos estructurales que, a mi juicio, estaban en la base de aquellos tristes espectáculos, decidí no asistir a más. No es porque me haya hecho demasiado viejo (al menos para eso), sino porque no me veo ejerciendo de palmero, ni tampoco de txikito del alicate dispuesto a montar la tremolina. No es que antes, cuando asistía, hiciera alguna de las dos cosas: simplemente eran otros tiempos.

Pero si uno no va, calla. Y si uno calla, otorga. Así que, de vez en cuando, me tomo la libertad -que esa no me la quita nadie- de escribir algunas de las cosas que pienso (no todas; ni siquiera las que considero que tienen más enjundia). Aunque sólo sea para relajar las vísceras.


Tras haber contado mi versión de la historia de ¿Campo de fútbol o estadio con pistas de atletismo? y haber reflexionado sobre el proyecto de remodelación promovido por el Consejo de Administración en La reforma del Estadio de Anoeta: certezas y dudas, acepté con resignación democrática que en lo que respecta a la millonada que la Real va a gastarse en el Estadio de Anoeta: RIEN NE VA PLUS. Lo cual no impide que, ante el inminente comienzo de las obras, me lamente de que la Real Sociedad haya dejado pasar una ocasión histórica de tener un campo de fútbol de su propiedad.

Para bien y para mal, ha pasado el tiempo de la deliberación y la toma de decisiones. Dentro de unos años, la Real podrá hacer uso de un campo de fútbol con más de cuarenta mil localidades y sin las malditas pistas de atletismo de por medio. Entonces, quienes han promovido la reforma de Anoeta estarán obligados a demostrar que la decisión ha sido correcta, tanto a quienes están de acuerdo con la operación como a quienes no lo estamos. Y para hacerlo, no será suficiente -al menos no debería serlo- con entonar la milonga de qué bonito es el nuevo campo, qué cerquita se ve el fútbol y cuántos partidos vamos a ganar ahora que podemos intimidar de cerca al árbitro y al equipo contrario (sic).

La Real va a gastarse 30-36 millones de euros en la reforma de Anoeta. Nada más y nada menos. Y ese dineral no se justifica sólo con supuestas mejoras cualitativas del espectáculo. Para que el gasto de esos millones en remodelar una instalación que no es propiedad de la Real Sociedad se pueda considerar una inversión -y no un despilfarro- habrá que echar cuentas de la rentabilidad de la operación. Lo cual es una cuestión de resultados económicos, no de futuribles éxitos deportivos ni de intangibles poco o nada cuantificables.

La reforma de Anoeta es inminente. Por tanto, hay que pensar en el tiempo de la posreforma. Y habrá que estar vigilantes para que, si a la hora de calcular la rentabilidad de lo gastado no salen las cuentas, no se pretenda justificar el asunto con grandilocuentes titulares en los medios de comunicación. No vaya a ser que la posreforma de Anoeta se acabe convirtiendo en la versión txuri-urdin de la posverdad.

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