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La RFEF después de Rubialesseptiembre 2023

Es evidente que Luis Rubiales -a quien Valdano califica como “narcisista, macho y extraviado”- no tiene sitio en el futuro del fútbol español. Pero no hay que olvidar que sus predecesores en la Real Federación Española de Fútbol fueron personajes como Ángel María Villar y Juan Luis Larrea, menos estridentes en sus formas, pero tanto o más machistas y chanchulleros que el ahora defenestrado. Más allá de adaptar las actitudes chulescas de sus dirigentes al tiempo del sólo sí es sí, ¿de verdad alguien se cree que la RFEF va a cambiar sustancialmente echando a unos cuantos y celebrando elecciones?


Cuando se iba acabando la dictadura, el falangista Pablo Porta (entre 1975 y 1984) y su adlátere José Luis Roca (entre 1984 y 1988) mantuvieron en el fútbol los usos del franquismo más rancio; después, el fútbol de Villar y sus amigos, estuvo en escena desde 1988 hasta 2018 (los últimos meses con el ínclito Larrea como presidente en funciones), año en que ganó las elecciones el ahora dimitido Luis Rubiales. El presidente de la RFEF comenzó a ser elegido por la Asamblea General en 1984. Hasta entonces, durante cuarenta años, era nombrado a dedo por el preboste franquista que estaba al frente de la parcela deportiva. Y son legión los que han pensado y todavía piensan que ese cambio en la forma de elección del presidente era y es condición suficiente para que las formas de hacer propias de una sociedad democrática y moderna lleguen a la RFEF y, de paso, al fútbol. Craso error.

Que celebrar elecciones y elegir un nuevo presidente de la RFEF no era la solución ya estaba claro en 2018. Sin embargo, hasta los plumillas y voceros más radicales del fútbol proclamaron entonces que lo que marcaría definitivamente la frontera entre la vieja y la nueva RFEF era que el nuevo presidente -o sea, Rubiales- fuera designado por una nueva asamblea elegida con pureza democrática (sic). El resultado previsible de persistir en el error es evidente; sin embargo, la historia se repite: un nuevo coro de profetas, con Victor Francos, presidente del Consejo Superior de Deportes al frente, ya hace votos por que se realicen cuanto antes elecciones en la RFEF, a ver si esta vez es la buena y llega un (o una) mirlo blanco que acabe con todos los males del ente federativo y, de paso, con buena parte de los del fútbol.

Para resolver los problemas endémicos de la RFEF y, por ende, algunos del fútbol español, la primera conditio sine qua non es asumir que se trata de un asunto complejo y de gran calado, que no se va a solucionar de un día para otro por el mero hecho de elegir un nuevo presidente o presidenta. Cualquier proyecto serio de futuro pasa por realizar cambios profundos en el entramado futbolero.

Para empezar, es imprescindible poner coto a la impune forma de actuar de la UEFA y a la FIFA; para seguir, se debe abandonar definitivamente el arcaico e ineficiente corporativismo sobre el que está estructurada la RFEF. Además, se debe delimitar el ámbito de la promoción del fútbol entre niños, niñas y jóvenes y no contaminarlo de raíz con el devenir del gran espectáculo deportivo del fútbol profesional. Y, por supuesto, no es de recibo que la RFEF siga controlando el corral futbolero a través del arbitraje (lo que lleva de nuevo a la necesidad imperiosa de poner en su sitios a las todopoderosas UEFA y FIFA). Solo son unos breves apuntes que deberían hacer pensar a quienes siguen predicando que el bálsamo de Fierabrás del fútbol es la celebración de elecciones en la RFEF, a pesar de haber comprobado, una y otra vez, que el resultado acaba siendo siempre el mismo.

Post scriptum:

Un factor que contribuiría a mejorar la situación es que las Comunidades Autónomas (en particular, aquellas que se reivindican como naciones) ejerzan de verdad las competencias exclusivas en materia deportiva que recogen sus estatutos de autonomía. Sería la mejor forma de poner en evidencia que la RFEF no tiene que ocuparse de la promoción del fútbol entre los y las más jóvenes.

A estas alturas de desarrollo del Estado de las Autonomías, también debería estar claro que la RFEF tampoco debería ocuparse de promover competiciones pseudoprofesionales y económicamente desastrosas que, en su caso, correspondería organizar a las Federaciones Autonómicas. Unas federaciones que, por cierto, están llenas de personajes encantados vivir a la sombra de la RFEF y de su dinero. Un dinero que genera gestionando las parcelas del fútbol profesional que todavía maneja (el más claro ejemplo es la Supercopa de Arabia Saudita) y, por supuesto, la selección española -la masculina- que es el gran negocio de la RFEF.

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