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VARjulio 2018

Son las siglas de Video Assistant Referee. Y aunque se suele traducir de manera un tanto chusca como árbitro asistente de video, VAR se ha convertido en un término que no necesita de su equivalente en castellano (casi nadie utiliza videoarbitraje).

Las muchas personas no demasiado aficionadas al fútbol que se han enganchado a ver los partidos del mundial 2018 atestiguan que ha sido un espectáculo digno de verse. Un éxito en el que, sin duda, el VAR ha sido uno de los principales protagonistas. 

Han tenido que pasar más de dos décadas para que el El vídeo de Platiní se convirtiera en el VAR. Esperemos que no haga falta tanto tiempo para que el fútbol aproveche este viento a favor y se acompase definitivamente al ritmo del cambio de los tiempos.


El VAR ha venido para quedarse. ¡Ya era hora! El mayor espectáculo del mundo no podía ser por más tiempo ajeno al progreso tecnológico. El que hasta ahora ha sido el gran fraude del fútbol, el arbitraje, ha entrado en una era nueva e irreversible. A los comentaristas se les llena la boca de alabanzas hacia el artefacto arbitral y en los círculos futboleros se habla de la implacable justicia del VAR cuando hasta hace poco sólo se hablaba de errores arbitrales. Errores que parecían ser plácidamente consentidos, porque eran puestos de manifiesto apenas unos segundos después sólo con ver la repetición de la jugada. El VAR no es el punto final de la mejora del arbitraje. No sólo le queda todavía camino por recorrer, sino que debe ser el punto de partida para cambios sustanciales en el fútbol.

Desde que la tecnología posibilitara alternativas de mejora, hace décadas que el arbitraje deficiente venía lastrando de forma casi ridícula la credibilidad del fútbol de alto nivel. Además, las televisiones de todo el mundo se recreaban en dar testimonio de los errores arbitrales como parte sustancial de su oferta. La incorporación del VAR como uno de los actores principales del fútbol va a sacar esos errores del primer plano de la atención mediática: ¡por fin puede aspirarse a que lo más importante de un partido sean los aciertos o los fallos de l@s jugador@s! (con permiso del interés que suscita el VAR, claro). En particular, en un espectáculo donde el elemento culminante del juego, el gol, es un suceso determinante y habitualmente escaso, se va a poder establecer fehacientemente su legalidad, así como la de aquellas jugadas que lo propicien o lo dificulten.

No obstante, como casi todos l@s aficionad@s ya saben, el VAR propugnado por la FIFA sólo se va a utilizar para disminuir al máximo la posibilidad de error arbitral en cuatro lances del juego: la jugada que acaba en gol, el señalamiento de un penalti, la sanción con tarjeta roja y la identidad del jugador que comete una infracción. Además, la intervención del VAR sólo se va a producir a instancias del árbitro principal o de quien esté a cargo del propio VAR. Es obvio que el propósito de estas restricciones es evitar que haya que acudir de forma permanente y reiterada al VAR y que con ello se impida la fluidez del juego.

Esta concepción inicial del VAR deja de lado otras acciones que a la postre pueden resultar claves en el desenlace del partido. La modificación del rendimiento deportivo de un jugador tras ver una tarjeta amarilla, el impacto que las jugadas a balón parado tiene en el resultado de un partido o, incluso, la importancia que la posesión del balón tiene en un momento clave del encuentro son algunas circunstancias del juego que no pueden quedar al margen de la nueva concepción del arbitraje sustentada en el VAR.

Lo lógico sería que, a corto plazo, se acabara posibilitando que el árbitro pueda decidir motu proprio consultar el VAR en cualquier jugada en la que tenga dudas sobre la decisión a tomar. Y, sobre todo, hay un elemento que, además de aportar un nivel importante de complicidad de l@s jugador@s con el VAR, no supondría ningún problema para el espectáculo (probablemente, todo lo contrario): la posibilidad de que cada equipo tenga un cupo de reclamaciones para pedir la intervención del VAR (algo similar a la opción que tienen los tenistas de apelar cierto número de veces al ojo de halcón, que sólo se mantiene si se comprueba que la reclamación era fundada).

Claro que esto lleva inevitablemente a plantear una modificación sustancial del control del tiempo de juego real de un partido. Es posible que esto cambie el ritmo del juego, lo que a priori podría ser valorado negativamente. Sin embargo, un nuevo sistema de cronometraje podría también acabar con la otra gran lacra del espectáculo futbolero: las mil y un argucias para perder tiempo de juego real, que no sólo desesperan a l@s espectadores/as, sino que acostumbran a enturbiar la relación entre los equipos contendientes y a tensionar la labor del árbitro.

Como consecuencia de la utilización del VAR, se abre un nuevo reto para el conteo del tiempo de juego real en el fútbol. La forma de resolverlo técnicamente es bastante sencilla, como está comprobado en otras modalidades deportivas. Además, una vez abierta la puerta a la tecnología, su continua innovación va a posibilitar que el grado de certeza de las decisiones del VAR vaya en aumento y que, paralelamente y casi en la misma medida, se vaya reduciendo el tiempo necesario para resolver las dudas.

Con este panorama, muchas personas, jugadores/as y espectadores/as, deberán asumir que van a existir dos tipos muy diferentes de competiciones: las que se arbitren con VAR (las del muy profesionalizado fútbol-espectáculo) y las que no lo tengan. En estas últimas será necesario seguir aceptando los inevitables e indemostrables errores arbitrales y será imprescindible que impere el fair play entre quienes comparten la afición por jugar a fútbol. Porque si antes había graves problemas por imitar las malas prácticas del fútbol que se veía por la tele, ni te cuento lo que va a pasar ahora: ¡hasta en los campeonatos en edad escolar habrá quien reclame el VAR!

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