Crónicas de un hombre serio  /  Pequeñas cosas

Metempsicosis y anagnórisisseptiembre 2021

Hay palabras que basta que las leas una vez para que te impresionen. Me ocurrió hace muchos años con metempsicosis. Me la encontré hace casi medio siglo en Por el camino de Swann, la primera parte de En busca del tiempo perdido, considerada la obra cumbre de Marcel Proust. No tuve más remedio que fijarme en ella, porque el ejemplar que leí (a medias; no lo acabé) era prestado y la palabra estaba subrayada. No se me quedó grabada en la memoria la primera vez, sino que tuve que ir varias veces a buscarla en el texto hasta que me la aprendí. No fue por esnobismo; jamás la he utilizado; simplemente me impactó. Busqué su significado en la enciclopedia Larousse, la que había en casa de mi ama, que la había comprado a plazos a un vendedor a domicilio. La edición de 1999, que es la que ahora tengo, la define como “la reencarnación del alma después de la muerte en un cuerpo humano, en el de un animal o en un vegetal”; la explicación de la enciclopedia añade que “algunos pueblos han hecho de la metempsicosis una creencia fundamental”, como es el caso de los antiguos egipcios o de los hindúes. Su significado da para una larga e interesante reflexión religiosa y sociológica, pero lo que me dejó prendado de ella fue la palabra en sí. 

Hoy me he topado con otra palabra que también me ha impactado. Igual ha sido por la especial sensibilidad que produce la llegada del otoño. La he encontrado en un artículo de Juan Manuel de Prada titulado Cotorras (XLSemanal, nº 1769). Aunque este autor suele ser pródigo en vocablos de uso poco habitual, esta palabra le debe parecer especialmente singular, porque la ha escrito entrecomillada y, a mi entender, con escasas pistas en el contexto para adivinar su significado. Esta vez he acudido directamente al diccionario de la RAE, que, tras dejar constancia de que en su lengua de procedencia, el griego, significa “acción de reconocer”, define anagnórisis como “reencuentro y reconocimiento de dos personajes a los que el tiempo y las circunstancias han separado”. Todavía tengo algunas dudas, pero el alcance literario de esta palabra está a punto de desbancar a la de Proust en mi ranking particular. Lo que no sé es cuántas veces tendré que volver a leer la nueva para grabarla en la memoria.

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