Negro sobre blanco  /  Escritos de un sindicalista

El trabajo a tiempo parcial de las mujeresmayo 2023

Entre las personas de la Unión Europea que tienen un trabajo remunerado a tiempo parcial hay casi tres veces más mujeres que hombres. La mayoría de los hombres que aceptan la opción de trabajar a tiempo parcial lo hace porque el mercado de trabajo no le ofrece la posibilidad de trabajar a jornada completa. Sin embargo, un importante número de mujeres se plantea la alternativa de trabajar a tiempo parcial para poder compaginarlo con trabajo no remunerado: realizar tareas en el hogar y/o ocuparse del cuidado de personas cercanas.


Investigadoras/es de instituciones universitarias catalanas (Conxita Folguera, Laura Lamolla y Xavier Fernández Marín, 2020) han llevado a cabo un estudio ad hoc para analizar la postura ante el trabajo de mujeres con empleos a tiempo parcial (media jornada) en el sector de las manufacturas. Las conclusiones a las que han llegado son relevantes, independientemente de que el tamaño de la muestra sobre la que se ha realizado la investigación no permita generalizarlas. Por un lado, un alto porcentaje de las mujeres participantes en el estudio asumen, tanto en la esfera pública como en la privada, roles de género tradicionales y aceptan un papel secundario respecto al hombre; por otro lado, sintonizan con tesis feministas sobre la economía, aunque introducen matices en la manera de entender uno de sus principios básicos: el derecho de las mujeres a tener un trabajo remunerado en las mismas condiciones de empleo y salario que los hombres.

En efecto, las mujeres del estudio conceden gran importancia al trabajo que realizan en la fábrica, ya que consideran que, más allá de la remuneración -que consideran baja-, acudir al trabajo les permite tanto socializarse como evadirse de los roles de género que desempeñan en sus hogares. Pero, al mismo tiempo, defienden, con orgullo, que no consideran que “su” trabajo se circunscribe solamente al que realizan en la fábrica, sino que también consideran parte de “su” trabajo el que realizan en el ámbito familiar, en particular el relacionado con los cuidados. Para ellas, al llevar a cabo esa otra parte de “su” trabajo -que, al menos por el momento, es no remunerado- se sienten compensadas tanto por el ejercicio de responsabilidad que conlleva como por la incidencia que tiene en la sostenibilidad de la vida, que también es un concepto básico del ideario feminista sobre el papel de las mujeres en al economía.

En esa encrucijada entre la participación en el mercado de trabajo y la opción de trabajar también en los cuidados, lo que les falta a esas trabajadoras es, en primer lugar, el reconocimiento social, a todos los niveles, por realizar esas tareas sustanciales tanto para la calidad de vida de las personas de su entorno familiar como para el bienestar del conjunto de la sociedad; y, por supuesto, les falta la compensación económica que en justicia les corresponde por realizar ese otro trabajo, así como lo que por realizarlo se les debería reconocer en sus salarios diferidos, es decir, en sus pensiones.

En cualquier caso, no se trata de poner excusas a la reivindicación de acabar con la brecha laboral y salarial entre hombres y mujeres, ni, por supuesto, volver a convertir en norma social la separación de roles entre unos y otras, para que las mujeres se sientan relegadas al espacio privado de lo doméstico y los cuidados. De lo que se trata es de reconocer socialmente y compensar económicamente una forma de entender la vida que, sin ser privativa del hecho de ser mujeres, hay muchas que lo reivindican como propio. Y lo hacen con orgullo y reclamando respeto hacia su opción, que es lo que se merecen, incluso si se piensa que la alternativa familista para el bienestar social no es la mejor opción para una sociedad justa e igualitaria; en particular, si para que los cuidados se realicen en el entorno familiar se utiliza como mano de obra barata a mujeres inmigrantes, que esas sí que no suelen tener muchas opciones ni para elegir ni para reclamar sus derechos.

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